sábado, 29 de octubre de 2016

Halloween 2016: Me llamo Scott - 1ª Parte

Desde un lugar oculto entre las tinieblas, habitado por seres cuya maldad no conoce límites, se acerca una diligencia oscura. Avanza por un camino perdido en mitad de un bosque maldito y temido por la vida.  Los murciélagos vuelan entre los secos y siniestros árboles de aquel tenebroso lugar. Una cruz se alza del suelo delatando que allí reposa el cadáver de algún incauto viajero. 

El cochero no es más que un esqueleto que simplemente cumple su misión. Los caballos oscuros tiran de la diligencia obedientes tras las exigencias del cochero no muerto. 


Un viajero oculto por las sombras viaja en el interior. Da una orden y el cochero detiene la diligencia. Parece que el viajero se mueve y pretende bajar y desvelar su identidad.


¡¡No es posible!! ¡Señoras y señores, con todos ustedes, el gran Calabazo!

Calabazo: Queridos amantes del terror y lo oscuro, bienvenidos otro año más a Halloween. Ansiaba volver a veros y compartir con todos vosotros nuevas historias terroríficas. 


Calabazo: Me he mudado, ahora vivo muy cerca de este fantástico bosque maldito. Son muchas las horas que dedico a pasear y disfrutar de este lugar. Aunque me gusta estar aquí, temo por vuestra integridad. Iremos a mi humilde morada, se encuentra en lo más profundo de este bosque. Tranquilos, queda cerca de nuestra ubicación.
¡¡Ya estamos en Halloween!!



Calabazo: Nos encontramos en la mejor época del año. En estas fechas podemos ser quienes realmente queremos ser, sin temor a ser juzgados. Las brujas, los muertos, los espíritus, los monstruos...todos salen de sus escondites para mostrarse al mundo. 
Este es mi hogar, será aquí dónde os cuente las historias. Llevo todo el año limpiando y organizando todo para que encontréis la casa en condiciones...


Calabazo: Está bien, me habéis pillado. La limpieza no es lo mío, pero es que adoro el polvo, las telarañas y la suciedad. Además, mi asistenta desgraciadamente murió...un accidente...


Calabazo: Mirad que vistas tengo desde esta ventana. Podemos divisar el cementerio, los árboles del bosque y un poco más allá el castillo de los vampiros.


Calabazo: Es el momento de presentaros a alguien muy especial para mi. Mi odiada mujer se encuentra en estos momentos de viaje con sus queridas amigas del aquelarre, por lo que no podrá estar con nosotros. Aunque no todo son malas noticias, os voy a presentar a mi hijo. ¡Oh, es tan repugnante y terrorífico! 


Calabazo: Adora los huesos, disfruta mucho jugando con ellos. Lo tengo durmiendo en su cunita, pero creo que ya está despierto. Se llama Gore, el nombre lo elegí yo. Estábamos entre Putrefacto, Gore y Siniestro. Hijo, ya está papá aquí.
Gore: ¡Gruuuunch!
Calabazo: Sí hijo, ya estamos en Halloween. 
Gore: ¡Gruuuuuuunch!


Calabazo: ¿A que es un auténtico monstruo? Estoy muy orgulloso. Gore, ¿cuento la primera historia?
Gore: ¡Gruuunch!
Calabazo: Está bien. Se trata de una historia angustiosa en la que la raza humana se ve seriamente amenazada. Nuestra primera historia se titula...



"Me llamo Scott" 

Carl era un hombre soltero que vivía en el centro de una ciudad cosmopolita y muy moderna. Se compró un apartamento en la décima planta de uno de los edificios más modernos. Había mantenido una relación con una chica llamada Lucía. Dos años de relación que terminaron cuando según ella "se acabó el amor". Pasado un año y medio de su ruptura, Lucía se presentó en su casa y le anunció que era padre de un pequeño niño al que había llamado Scott. 

En un principio quiso abortar, pero le dio miedo y no fue capaz. Por alguna extraña razón, no quería ocuparse de Scott. Se marchó dejando algunos papeles legales y sin intención de volver. Al principio Carl protestó he intentó hacerle entrar en razón. Se alegraba de ser padre, pero no estaba preparado para ocuparse de un bebé, y menos sin ayuda. De nada sirvieron sus palabras y allí se quedó con su hijo inesperado.

Carl: Scott, ¿tienes hambre?
Scott: Apa...
Carl: Me gustaría tanto saber lo que dices...Juega un ratito más, campeón.


Llevaba una semana cuidando a Scott. Si en esos momentos Lucía aparecía arrepentida y queriendo recuperar a su hijo, tenía claro que no dejaría que se lo llevase. Lo amaba, más que a nada en el Playmundo. Era extraño, una semana atrás no sabía de su existencia y ahora era capaz de dar su vida por él.

El piso no era muy grande, pero para un hombre y su hijo era ideal. Carl se sentó en el sofá para ver la televisión y entonces otra vez interrumpieron la programación con un avance informativo.

"Nuevos disturbios por todo el país. Nuestros reporteros hablan de nuevos ataques en distintos puntos del territorio, pero esta vez con consecuencias más desastrosas. Se cuentan docenas de heridos y fallecidos en varios ataques de asaltantes enloquecidos. Muchos son los que hablan de una enfermedad llamada "la nueva rabia". Nada se sabe de Wensuland o Clisandia desde los grandes incendios declarados en las ciudades más emblemáticas de ambos países. Las fronteras han sido cerradas y nadie puede salir ni entrar. El gobierno pide calma, aunque aquí estamos sufriendo algunos altercados, no hay de lo que preocuparse. Según el primer ministro, "la situación está controlada".

Carl se preocupó. Sospechaba que el gobierno ocultaba algo y que no estaban siendo sinceros. ¿Que estará ocurriendo? Se preguntaba pensativo. 

¡Ding dong!


Fue a abrir la puerta. No esperaba ninguna visita. Tenía previsto pasar un día tranquilo junto a su hijo y viendo películas.


Al abrir se encontró a Julia, su vecina del noveno. Era una chica risueña y muy divertida. Rubia, con ojos marrones y muy bella. Más de una vez le habían dicho que hacían buena pareja.

Se presentó meneando una muñeca azul muy entusiasmada. 

Julia: ¡Hola guapo! ¡Mira lo que tengo!
Carl: Hola, Julia. ¿Y esa muñeca?
Julia: Para tu hija.
Carl: Juli, es un niño...
Julia: Ops...


Caminaron hacia la sala de estar y Julia le enseñó a Scott la muñeca. Este la miró emocionado.

Julia: Da igual, el sexismo es cosa del pasado. Un niño puede jugar con una muñeca, no hay nada de malo en ello.
Carl: Si a mi hijo le gusta, yo encantado.
Julia: Le gusta, ¿verdad? Oh, Carl...es precioso.
Carl: Lo sé. Es un pequeño angelito. 


Julia: Sospecho que nos llevaremos bien, ¿verdad colega? 
Scott: Prttiu.
Julia: ¿Eso es un sí?
Carl: Adivina. 


Julia: ¿Sabes algo de la madre?
Carl: No...
Julia: Anda que abandonar a su hijo...menuda tiparraca.
Carl: Si te soy sincero, me gustaría que no apareciese. No quiero separarme de Scott.
Julia: Eres un padrazo y ni lo sabías. Bueno, me voy para casa que tengo ganas de descansar. ¿Has visto lo que está ocurriendo? La gente se está volviendo loca...
Carl: Un virus, dicen...
Julia: Menos mal que el gobierno lo tiene todo controlado. 
Carl: Ya, y tú te lo crees...
Julia: Ay, Carl...no empieces con tus paranoias. 


Carl: Despídete de la tita Juli, Scott.
Scott: Pchiichh.
Julia: Vaya, soy su tita...¿Ese será mi papel con Scott?
Carl: ¿No quieres ser su tía?
Julia: Sí...claro que quiero. Scott, cuida de esa muñeca. Se llama como yo, Julia. Tienes que cuidarla y ser bueno con ella. 
Carl: Gracias por el regalo, Juli.
Julia: No es nada.


Carl adoraba salir al balcón y asomarse por las noches. Podía ver el mar a lo lejos y toda la ciudad desde una gran perspectiva. Le llegaba el viento fresco procedente del mar y siempre conseguía revitalizarle. Pidió al cielo y al universo que no permitiesen que le ocurriese nada malo a su hijo. Había refrescado bastante así que entró en casa. Scott dormía plácidamente sobre la cama.

Carl: Prometo que siempre te cuidaré, mi pequeño Scott.




Pasados unos días, Julia volvió a visitarles. Esta vez no parecía estar tan contenta. Su rostro reflejaba preocupación y tristeza.

Carl: ¿Te ocurre algo?
Julia: Carl, estoy muy preocupada.
Carl: Pasa y me lo cuentas.


Julia entró y Carl cerró la puerta.  Mientras Scott jugaba, Julia comenzó a hablar.

Julia: Se trata de mis padres. No sé nada de ellos. Clickcity está incomunicada y dicen que la situación está descontrolada. He intentado acercarme con mi coche, pero han cortado las carreteras. Los militares no dejan pasar a nadie y se escuchan disparos por todas partes...
Carl: No desesperes, quizás estén en su casa esperando a que todo pase. 
Julia: Quiero pensar así..Y eso no es todo, un hombre me quería morder mientras regresaba a casa. He salido corriendo pero por poco me pilla...tenía los ojos...y su rostro...


Julia se abrazó a Carl llorando. Estaba aterrorizada y muy preocupada.

Carl: No llores, Julia. 
Julia: Tengo miedo...
Carl: Yo estaré aquí para lo que necesites.
Julia: Gracias...


Sacó unas llaves de su bolso y se las ofreció a Carl.

Julia: Son las llaves de mi piso. Me sentiré más segura si te quedas una copia. Tengo la despensa repleta de comida y no pienso salir a la calle en un tiempo. Si quieres venir a verme, no lo dudes. Si necesitas algo de comida o lo que sea, baja a verme.
Carl: Gracias, Juli.


Al día siguiente la televisión local hablaba de disturbios en su barrio y toda la ciudad. Aconsejaban no salir de casa si no era estrictamente necesario. Algunas imágenes borrosas mostraban a clicks corriendo de un lado para otro atacando a otros sin razón aparente. 


Así transcurrieron los días. Carl compró alimentos no perecederos y se reclutó en su apartamento sin salir. Esos ciudadanos enfermos llegaron al barrio y asesinaron a todo el que encontraron en su camino. Vio como el ejército era masacrado y muchos de ellos se marcharon dejando a los ciudadanos solos e indefensos. La destrucción y el abandono se apoderó de las calles junto a los infectados, que vagaban de un lado para otro en busca de víctimas. Alguna vez aparecía algún superviviente corriendo por las calles, pero esos seres eran implacables, así que perecían devorados entre gran sufrimiento.


La luz iba y venía y ya no emitían nada en televisión y radio. Los alimentos empezaron a escasear así que Carl decidió bajar a pedirle ayuda a Julia y de paso, comprobar que estuviera bien. Había escuchado ruidos, gritos y disparos en los pasillos del edificio días atrás e incluso golpearon su puerta con furia, pero no abrió. Al asomarse por la mirilla pudo comprobar que se trataba de un hombre ensangrentado y al que no conocía de nada. Prefirió permanecer en silencio y esperar a que se marchase. Era el momento de comprobar como se encontraba su amiga y de paso, pedirle algunas latas de comida.


Dejó a Scott durmiendo en el sofá y cogió las llaves de la casa de Julia. Tenía miedo, pero no podía quedarse quieto sin hacer nada. 


Agarró un cuchillo de la cocina y fue hacia la puerta. Sudaba y estaba empezando a flaquear. Las luces rojas de emergencia del rellano otorgaban un aspecto más siniestro y tenebroso al lugar. La puerta que daba al rellano parecía dar al mismísimo infierno. Se armó de valor y abrió la puerta con sigilo. 



No encontró rastro de ningún infectado y el silencio era sepulcral. Dudó unos instantes si volver a la seguridad de su apartamento y retrasar la salida para más adelante, pero descartó la idea. No podía retrasarlo más. 



Caminó con sigilo sin hacer ningún ruido. Encontró un zapato en las escaleras y aunque pueda parecer algo insignificante, aquel detalle le aterrorizó. ¿A quién pertenecería? ¿Seguiría vivo? Intentó relajarse.


La puerta de la señora Carmena, una vecina que vivía justo al lado de Julia estaba abierta. Estuvo tentado a entrar para saber si se encontraba bien, pero un rastro de sangre en la entrada de su vivienda le hizo desechar la idea. Debía concentrarse en Julia. 

Llegó a su apartamento y para su sorpresa, la puerta estaba abierta. Aquello era una mala señal. Temió por la vida de  su amiga.


El interior de la vivienda estaba oscuro y tanto en la puerta como en la entrada encontró sangre seca. Eso le aterró hasta tal punto que comenzó a temblar. Se armó de valor y entró.


El portátil de Julia estaba sobre la mesa de la salita de estar, apagado. En el suelo una silla indicaba que algo la sorprendió mientras estaba sentada frente su ordenador. Quizás la señora Carmena golpeó su puerta en busca de ayuda y ella la abrió llevándola a un desenlace fatal.



Carl: ¿Julia?

No se atrevió a elevar demasiado la voz pero sonó más fuerte de lo que pretendía. Su propia voz le asustó así que permaneció en silencio unos instantes. Escuchó ruidos en la casa de la señora Carmena. Alguien o algo se movía tirando cosas al suelo. 


Caminó hasta llegar a la cocina y fue cuando escuchó un leve gemido. Se quedó inmóvil, tratando de averiguar la procedencia de aquel siniestro sonido.


En ese momento la vio. Julia estaba mirando por el ventanal de su balcón. Permanecía totalmente quieta, sin hacer ningún movimiento. La cocina estaba en orden por lo que pensó que a lo mejor estaba aterrada e incapaz de responder.


Se aproximó con cautela y alargó el brazo para llamar su atención.

Carl: ¿Julia? ¿Te encuentras bien?


Le tocó el hombro y Julia se dio la vuelta. Su rostro estaba deformado. Alguien le había arrancado los ojos y de su boca salía sangre. Carl no supo reaccionar, no fue capaz. Ver a la dulce Julia en aquel estado lo dejó en shock. Había llegado demasiado tarde y su querida amiga formaba parte del ejército de infectados.


Julia profirió un grito aterrador y mordió a Carl en el brazo. Este gritó sorprendido y dolorido. 

Carl: ¡No, Juli!


La empujó y se miró la herida. El mordisco no era extremadamente profundo, pero le sangraba en abundancia. Giró su cabeza buscando más carne fresca y gritó hambrienta.



Carl huyó a toda prisa del apartamento de Julia. Ahora escuchaba ruidos por todas partes, parecía haber activado un interruptor que había movilizado a todo el mundo. Con el corazón en un puño consiguió llegar a su casa y cerrar la puerta antes de que Julia lo atrapase.


Julia empezó a golpear la puerta con furia. Aunque no tenía ojos, no había tenido problemas para perseguirle hasta su apartamento. Decidió esconderse y esperar a que se cansase de golpear la puerta. 


Scott seguía durmiendo plácidamente. Los golpes de Julia en la puerta no conseguían despertar al niño. Miró fijamente a su hijo preocupado. La situación había cambiado por completo.  La vida de su hijo corría peligro.


Un fuerte olor a quemado invadió la casa. Fue corriendo al balcón y descubrió un enorme incendio arrasando la ciudad. En cuestión de horas, arrasaría todo el barrio, inclusive el edificio dónde vivía. No podía quedarse por más tiempo allí. Le habían mordido y era cuestión de tiempo que se convirtiese en una de esas criaturas. Si se quedaba allí con su hijo, podría llegar a matarlo. No tenía suficiente alimento para mucho más tiempo y por si todo eso fuese poco, el incendio avanzaba a gran velocidad hacia el barrio.


Debía alejarse de la ciudad y pedir ayuda antes de convertirse en un monstruo. Hizo el equipaje que consistía en la poca comida que tenía y algunas cosas imprescindibles para el bienestar de Scott. Días atrás se compró un portabebés con el que podía llevar consigo a su hijo a su espalda, como si se tratase de una mochila.  El bebé se mantendría sujeto y seguro y eso le daría la agilidad necesaria para desplazarse por la ciudad y al mismo tiempo defenderse. 


Se asomó por última vez al balcón y vio las llamas devorar un restaurante y una tienda de ropa muy famosa. Algunos coches explotaban cuando eran alcanzados por las llamas. Muchos de esos seres se sentían atraídos por el fuego y penetraban en las llamas hasta terminar calcinados. Algunos salían ardiendo de las llamas y seguían caminando alejándose sin percatarse de nada. Debía darse prisa si quería salir de allí con vida.


Miró una última vez a su apartamento. Aquel había sido su refugio durante años. Saber que en cuestión de horas sería basto de las llamas le dolía en el alma. Se sintió afortunado y agradecido por haber podido disfrutar de aquel apartamento durante todos aquellos años, no lo olvidaría jamás.


Abrió la puerta esperando encontrar a Julia. Estaba preparado para enfrentarse a ella, o al menos eso quería pensar. Llevaba un pequeño cuchillo de cocina para defenderse, no sabía que otra cosa utilizar. Por suerte, Julia había desaparecido. El rellano estaba desierto.


Por instinto cerró la puerta de su apartamento.Volvió a mirar la puerta emocionado y tomando aliento se marchó.


El ascensor no funcionaba así que debía llegar a la calle por las escaleras. Aquello elevaba las posibilidades de encontrarse infectados y de tener que enfrentarse a ellos. La vida de Scott dependía de él. Tendría que evitar cualquier enfrentamiento y pasar lo más desapercibido posible. El olor a quemado estaba invadiendo el edificio...el incendio estaba cada vez más cerca.


Continuará...