miércoles, 21 de septiembre de 2016

Una boda en el Pantano - Capítulo 05 - El camino a seguir

Artemisa apremió a su hermana para que recogiera más leña. Necesitaba encender una fogata para protegerse de los seres oscuros que les acechaban. En un principio se propuso averiguar que estaba ocurriendo pero cuando descubrió que algo terrible se había despertado en el Pantano, supo que ellas mismas estaban en peligro. 

Cassandra: ¿Estás segura de que nos hayamos en peligro?
Artemisa: No albergo ninguna duda, hermana. Se aproxima algo terrible hacia nosotras. Debemos prender fuego a estas ramas secas cuanto antes.


Cassandra: Has conseguido asustarme de verdad. Ahora mismo les prendo fuego.
Artemisa: ¡Están muy cerca! No perdamos más tiempo.


Aquellas ramas secas pronto empezaron a arder. Levantaron sus brazos y se concentraron. Necesitaban conectar con su lado espiritual para poder comunicarse con la Diosa. El miedo por lo que se estaba aproximando les impedía relajarse por completo, así que les estaba costando más de lo habitual. 

Artemisa: ¡No temas, hermana! ¡La Diosa nos protegerá! 
Cassandra: ¡Lo intento!

Un cosquilleo en las plantas de los pies y en las manos era la señal de que iban por buen camino. Artemisa se sintió de pronto invadida por una paz infinita. 

Artemisa: ¡La Diosa está con nosotras!


Bruja Oscura: Así que el poder que noto mana de vosotras. Os he estado buscando.

Una bruja apareció ante ellas. Portaba un bastón mágico plateado con una esfera amarilla en la parte superior. Dos enormes cuernos se alzaban de su corona verde y vestía con una túnica y una capa en color lila. No sonreía y de sus ojos manaba la oscuridad y la maldad más infinita. 

Artemisa: No deseamos hablar contigo, bruja. Aléjate, sirvienta de Belcebú. 
Bruja Oscura: Eres muy osada. ¿No sabes quién soy? 
Artemisa: Sé lo que representas y lo que deseas. No obtendrás de nosotras absolutamente nada. Tampoco permitiremos que sigas causando dolor y desesperación a seres inocentes.
Bruja Oscura: Pagarás con tu vida tu insolencia.


Un extraño ser con cuernos amarillos y una armadura de piedra se presentó ante ellas.

Dios del Pantano: Yo soy el Dios del Pantano. Adorado y respetado durante siglos. Vuestra presencia interrumpe mi paz. No sois bienvenidas, intrusas. 


Cassandra: ¡¿Ahora que hacemos?! ¡La Diosa no nos escucha!
Artemisa: No pierdas la fe, Cassandra.


Bruja Oscura: Toda mi cólera caerá sobre ti, ser insignificante. ¡Muere!

De la esfera de su bastón salió una intensa luz cegadora. Artemisa se tapó los ojos con las manos mientras un dolor intenso le invadía por todo el cuerpo. Sentía que todas las partes de su cuerpo se quemaban.

Bruja Oscura: ¡Ha llegado tu fin!

A pesar de sentir aquel dolor, una tranquilidad absoluta renació de su interior. El dolor fue desapareciendo poco a poco ante el asombro de la bruja. 


Bruja Oscura: No es posible...
Artemisa: Tu magia ya no puede dañarme, bruja. La Diosa me protege.


Artemisa sentía el poder de la Diosa en cada centímetro de su cuerpo. No tenía miedo ni ningún tipo de inseguridad. Expulsó de su cuerpo aquella luz dañina y la dirigió hacia la malvada bruja. 

Artemisa: Tienes mucho odio y maldad en tu interior, servidora del diablo. Sufrirás en tus propias carnes el daño que infringes a los demás.
Bruja Oscura: ¡Noooo! 


La esfera se agrietó y su brillo desapareció. El poder de la bruja se evaporó para siempre. Se miró las manos y descubrió horrorizada que había perdido su inmortalidad.

Artemisa: La Diosa reclama lo que le has arrebatado. Debes cumplir con tu obligación y devolver tu cuerpo al lugar del que procede, la tierra. Dispones de pocos días para despedirte de esta vida y dar la bienvenida a la vejez y la muerte. 
Bruja Oscura: No...no es posible...yo soy poderosa, yo soy inmortal...
Artemisa: Vete, busca un lugar tranquilo en el que morir y hazlo con la poca dignidad que puedas encontrar en ti. 

La bruja se arrastró con las pocas fuerzas que tenía y se alejó lentamente maldiciendo a Artemisa y lamentándose por su destino fatal. 


Cassandra: ¡Hermana, ayúdame! 

El Dios antiguo había golpeado a Cassandra en el rostro. Pretendía acabar con su vida con la mayor crueldad.


Aquella tranquilidad que sentía en su interior se turbó al ver a su hermana en el suelo malherida e indefensa. La paz dio paso a la ira y la indignación.

Artemisa: ¡Maldito ser polvoriento y repulsivo!  ¡Te devolveré al lugar al que perteneces!
Dios del Pantano: Mujer, tu palabrería no me intimida.
Artemisa: No son mis palabras, ¡son las palabras de la Diosa!


Artemisa sentía el poder de la Diosa recorriendo su cuerpo. Elevó los brazos al cielo gritando palabras en un idioma irreconocible. El ser estaba perdiendo el equilibrio. Se tambaleó mareado de un lado para otro. 

Dios del Pantano:¿Qué eres?
Artemisa: ¡Soy una creyente del amor, la paz y la naturaleza! ¡Una servidora de la Diosa! Soy un ser de luz que lucha contra la maldad y la oscuridad. ¡Vuelve al lugar al que perteneces y no regreses nunca más!


El Dios cayó al suelo inerte y se convirtió en piedra. Cassandra no podía dar crédito a lo acontecido. No solo por la existencia de aquellos seres extraños en el pantano, también por el poder que había demostrado poseer su hermana.

Cassandra: Artemisa, estoy muy sorprendida. Sabía que eras capaz de muchas cosas, pero nunca imaginé que pudieses llegar a hacer algo así.
Artemisa: Ha sido la Diosa, hermana. Sin ella no habría podido hacerlo. Estos seres no volverán a molestar a criaturas inocentes nunca más.
Cassandra: Estoy muy orgullosa de ti. Alabada sea la Diosa, hermana.
Artemisa: Alabada sea. Cassandra, debemos seguir buscando las pitusas inolvidables. Hemos perdido demasiado tiempo...


Mientras tanto...

En mitad de aquel extenso terreno secano encontraron un enorme árbol seco sin vida. Subieron por su tronco lo más rápido que pudieron antes de que el dinosaurio los atrapase. Fune perdió el equilibrio cuando ya había conseguido subir, pero consiguió agarrarse con las piernas en una de las ramas. El dinosaurio saltaba para intentar atraparla con sus colmillos.

Fune: ¡Ahhhh! ¡Socorro!



Pinhead acudió veloz a su rescate y le ayudó a subir a la rama. Fune sudaba aterrada. Había visto pasar toda su vida por delante.

Fune: Me has salvado la vida. Por poco no lo cuento, macho. 
Pinhead: ¿Te encuentras bien?
Fune: Sí, aunque estoy atacá.


Estrella: ¡Qué desastre! Moriremos devorados por el dinosaurio...Mientras Wen me espera...pensará que ya no me quiero casar con él...¡Todo me sale mal en la vida!
Pinhead: Ey, al menos estamos vivos. Relaja la raja, tía.


Gallofa: ¡Estrella! ¡Ayyyy!
Estrella: ¡Gallofa!

Gallofa se agarraba de una de las ramas apenas sin fuerzas. El dinosaurio lo observaba atento. Esperaba el momento de su caída para poder atraparlo. 

Estrella: ¡Gallofa, aguanta!
Pinhead: Tranquilo, colega.  No desesperes. 


Pinehad le ayudó a subir con gran esfuerzo.

Pinhead: Tío, pesas más que un muerto.
Gallofa: ¡Ay, muchas gracias Pinhead! ¡Dame un besooo!
Pinhead: ¡Quita quita!


Estrella: Gallofa, ten cuidado. Ven, ponte aquí a mi lado.
Gallofa: Tengo mucho miedo...
Fune: Toma, y yo. Me parece que estamos atrapados. Ese bicho no puede subir pero nosotros no podemos bajar.
Estrella: Estamos atrapados...
Pinhead: Tendremos que esperar a que se canse de esperar.
Gallofa: ¿Y si no se cansa? ¡Moriremos de insolación y de hambre!
Fune: No llames a la mala suerte. Algo se nos ocurrirá...


Muy cerca de allí...

Donna: Desde siempre mi hermana ha sido una chica complicada, pero es que mi padre nos lo hizo pasar muy mal. No es que la justifique, pero sé lo que siente...
Boby: Habéis pasado por cosas terribles. No te preocupes, yo no la juzgo. Mi lema es, ver, oír y callar. 
Donna: Eres tan bueno.
Boby: ¿Ahora como se encuentra?
Donna: No muy bien. Algo le ocurrió al regresar del viaje de novios. John la encontró inconsciente en el cuarto de baño. Después de varios días en cama parece ser que ya está más recuperada. Me preocupa lo que le pueda estar sucediendo.
Boby: ¿Tienes alguna idea de lo que le ocurre? ¿No se lo has preguntado?
Donna: Se lo pregunté, pero no suelta prenda. Sé que me oculta algo, pero no sé que puede ser. Lo único que sé es que está distinta, preocupada....


Boby: Bueno, dejemos de pensar en los problemas. Ya que has decidido pasar conmigo las vacaciones, quiero que te despreocupes de todo. Al llegar a casa te haré un masaje y después de una buena ducha, prepararé una cena deliciosa.
Donna: Todo eso suena muy bien. Me estás mal acostumbrando. Mañana me dejas hacer la comida. Podría hacer mi famoso pollo al queso.
Boby: Trato hecho. 


¡GRRRRRRRRRR!

Boby: ¿Has escuchado eso?
Donna: Sí...
Boby: Proviene de aquella dirección.


Donna: Debe ser un animal salvaje enorme...Boby, es peligroso...
Boby: Debo averiguar de que se trata. 


Boby salió corriendo y Donna lo siguió asustada. No le apetecía saber la procedencia de aquellos rugidos terroríficos pero no quería dejar solo a Boby. 


Se escondieron tras unas rocas y se asomaron con sigilo.

Donna: No puedo creerlo...
Boby: Es el Tyrannosaurus rex.
Donna: ¿Sabías que aquí hay un dinosaurio? ¡Es asombroso!
Boby: Sí, hace años que sé de su existencia. Me extraña mucho que haya decidido alejarse tanto de su territorio.


Donna: ¡Mira, allí arriba! 
Boby: ¡Hay gente atrapada en aquel árbol!
Donna: Boby, tenemos que hacer algo...
Boby: No te preocupes, aunque parezca terrorífico, a este dinosaurio se le puede asustar con facilidad. 
Donna: Cariño, ten cuidado...


Boby: ¡Ey, amigo! 

Boby sacó su arma y disparó al aire. El dinosaurio se giró hacia Boby. Había captado toda su atención.

Boby: ¡Vuelve a casa! ¡Ahora mismo!


De nuevo disparó su arma.

El dinosaurio lo miraba indeciso. El sonido de los disparos estaba empezando a asustarle. Disparó un par de veces más y luego se acercó corriendo al ya atemorizado animal.


Boby: ¡No le tengáis miedo! ¡Es muy asustadizo! 

Cuando todos vieron la valentía con la que Boby se estaba enfrentado al dinosaurio, hicieron acopio de valor y le ayudaron. Todos se lanzaron a darle patadas y puñetazos por todo el cuerpo. 

Estrella: ¡¡No me arruinarás la boda!!
Fune: ¡¡Yo no soy la comida de nadie!!
Gallofa: ¡Bicho malo!



Boby siguió disparando al aire asustando todavía más al animal. Aturdido y muy atemorizado el dinosaurio salió corriendo alejándose de ellos a toda prisa. Todos saltaron de alegría abrazándose los unos a los otros.

Gallofa: ¡Lo hemos conseguido!
Fune: ¡Y no vuelvas por aquí, lagartija!
Estrella: ¡Yupiiii!


Se sentaron exhaustos en el suelo para tomar aire y descansar. Boby los miró pensativo. Conocía a Pinhead y Fune por sus fechorías. Eran delincuentes muy conocidos en el Playmundo. 

Boby: ¿Que hacéis aquí? Estrella, espero que no te estén dando problemas...
Estrella: ¡Para nada!

Pinhead y Fune se miraron nerviosos.

Estrella: Ellos nos ayudaron cuando una loca intentó robarnos. Además, nos han salvado de ese dinosaurio. Si no llega a ser por Pinhead, Gallofa habría sido devorado...
Gallofa: Sí, Pinehad es un héroe. 

Le lanzó un beso con la mano y Pinhead puso cara de asco.

Boby: Vaya, eso me sorprende. Estrella, ¿y que haces aquí? ¿Ya te has casado?


Estrella: Me he perdido. Por favor, Boby...tengo que llegar a la boda antes de que sea demasiado tarde. Wen se pensará que ya no me quiero casar con él...
Donna: Pobre...


Boby: No estás tan lejos. El camino a seguir es fácil. ¿Ves aquella enorme roca acabada en punta? 
Estrella: Sí, la veo.
Boby: Pues desde allí tardarás unos minutos en llegar. No tiene pérdida.


Estrella: ¡Muchas gracias!

Estrella le dio un beso y un abrazo a Boby. Estaba entusiasmada.

Boby: ¡Oh! No es para tanto.
Estrella: Lo es para mi.


Fune: Suerte en la boda, Estrella. 
Estrella: Gracias. Os debo muchísimo a los dos. No me importa lo que digan, tenéis un gran corazón y sois clicks buenos. Nunca olvidaré lo que habéis hecho por mi.
Pinhead: Como bien dice mi Fune, una boda es sagrada. 
Fune: Corre, no hagas esperar más al novio.


Estrella salió corriendo a toda prisa. Gallofa la seguía muy de cerca pero le era imposible seguir su ritmo. 

Gallofa: ¡Estrellita, espera!
Estrella: ¡Corre, Gallofa! ¡Wen me está esperando!



Boby: Chicos, aunque me fío de la palabra de Estrella, todavía tengo mis dudas de que tengáis buenas intenciones.
Pinhead: No se preocupe, pasamos de malos rollos y de montar pollos.
Fune: Sí, hoy me siento mejor que nunca.
Boby: No sé yo...
Donna: Vamos, Boby. Un voto de confianza. Los clicks pueden cambiar.
Boby: Está bien. Recordad que esto es muy peligroso. Os aconsejo volver a casa.
Pinhead: A sus órdenes, señor.


Fune: Bueno, por fin solos.
Pinhead: No sabía que eras una acérrima defensora de las bodas. 
Fune: Las bodas son sagradas, amor. Sienta bien hacer el bien de vez en cuando, ¿no?
Pinhead: La verdad es que sí 
Fune: Me gustaría casarme algún día...
Pinhead: Ah...¿Conmigo?
Fune: ¡Pues claro, flipao!
Pinhead: A mi también me gustaría casarme contigo, mi flipá.



Continuará...

miércoles, 14 de septiembre de 2016

Una boda en el Pantano - Capítulo 04 - El poder está en tu interior

Ser vampiro y tener amigos clicks mortales es todo un reto para Sinéad y Eros. Aunque algunos ya saben su secreto, sigue siendo complicado.No suelen salir a plena luz del día si no es estrictamente necesario. El sol les daña y en el peor de los casos, les puede destruir. Wen se disculpó cuando se percató del peligro que podían correr asistiendo a la boda. No había tenido en cuenta este gran inconveniente. Sinéad lo tranquilizó asegurando que podrían acudir a la boda sin problemas. Gracias a una protección solar que se aplicaba sobre la piel y ropas especiales pudieron asistir casi con total normalidad. 

Como la celebración se estaba retrasando, decidieron dar un paseo por los alrededores. 

Sinéad: Este inhóspito lugar tiene cierto encanto. No soy amante de lugares tan secanos, pero debo reconocer que guarda cierta belleza. Aunque yo me habría casado en un bosque o un lugar más...vivo.
Eros: Pues yo directamente lo odio. Este lugar me parece horrible y no creo que vuelva nunca más. Aquí no hay nada. Rocas, alimañas y mucho polvo.
Sinéad: Sí, pero a pesar de eso creo que tiene algo especial. Quizás sea la magia que vive en este lugar. Es el hogar de seres que igual que nosotros, se ocultan de la humanidad por miedo a ser rechazados, por ser distintos. Aunque no todas las criaturas que habitan en este lugar son buenas...
Eros: ¡Qué calor! Me tengo que poner más crema en la cara, siento que me arde. 
Sinéad: ¡Eros!


Sinéad lo agarró de las manos asustada.

Eros: ¿Qué ocurre?
Sinéad: Algo nos está observando...
Eros: ¿Algo?
Sinéad: Sí...presiento que corremos un gran peligro.
Eros: Shiny, ¿no será el sol abrasador? Yo también estoy a punto de delirar...
Sinéad: No, hablo en serio. No debemos permanecer aquí.


Unos seres pequeños y oscuros salieron tras unas rocas. Eran muy bajitos y con ojos muy grandes y amarillos. De su boca sobresalían colmillos afilados. Uno de ellos tenía una larga barba negra, una túnica y un sombrero también del mismo color.

Agramón: Soy Agramón, demonio del miedo. Jamás había hallado en mis tierras seres tan poderosos y oscuros como vosotros. 
Sinéad: No deseamos problemas, demonio. 
Agramón: ¿Que hacéis en mis tierras?
Eros: Vamos de boda...
Agramón: Me temo que este no es un buen lugar para este tipo de celebración. Lo siento, pero no puedo dejaros marchar. Con vuestra magia podré aumentar mis poderes y así abandonar este lugar para siempre.


Sinéad: Nosotros podríamos ayudarte, si lo deseas...
Agramón: Acepto vuestra ayuda, vampiresa. Absorberemos toda vuestra esencia vital, toda vuestra magia.Moriréis, pero habréis contribuido a mi causa.
Eros: Eso no ocurrirá nunca, enano del demonio.
Sinéad: Soy poderosa y puedo acabar contigo.
Agramón: Estás debilitada. En un lugar tan soleado, a plena luz del día. Tus poderes han menguado, no eres ni la mitad de fuerte. Aquí estás vendida, acabada. Ha sido un gran error venir hasta aquí, vampiresa. ¡A por ellos! 


Los demonios se lanzaron sobre Eros, que cayó al suelo sorprendido. Le mordían en las piernas y los brazos. Sinéad luchaba contra uno de ellos, que le mordía en un brazo.

Sinéad: ¡Eros!
Eros: ¡Huye!
Sinéad: ¡No pienso dejarte aquí!


Eros perdió el conocimiento cuando uno de ellos le mordió en el cuello. Sinéad sentía que se le escapaban las fuerzas. Con cada mordisco de aquel repugnante ser se debilitaba rápidamente. 

Agramón: ¡Ashaga! Siefetú naíb canét.


El ser que mordía a Sinéad la dejó en paz y se unió a sus hermanos, que seguían absorbiendo la esencia vital de Eros.

Agramón: Eres para mi, vampiresa.
Sinéad: Por favor...dejad a Eros en paz y haced lo que queráis conmigo...
Agramón: Mis hermanos tienen hambre, vampiresa. Acepta tu destino y el de tu compañero.


Sinéad se arrastraba en un intento de escapar de aquel demonio, pero las fuerzas no le acompañaban. Agramón era el demonio del miedo. Tenía la capacidad de detectar tus temores y atormentarte hasta la desesperación. Aquel don desarmaba a cualquier enemigo en cuestión de segundos.

Agramón: Es inútil que intentes huir. No tienes escapatoria. Mira a tu alrededor, así será Lacnischa de aquí unos años. Los humanos podrán destruirla y convertirla en un inhóspito desierto. 
Sinéad: ¿Cómo sabes de Lanischa?
Agramón: Yo lo sé todo.
Sinéad: Maldito ser...¡Eso es mentira!
Agramón: Sí, al igual que tú soy un ser maldito por la vida. Sabes muy bien que el hambre nos controla. Te has alimentado de inocentes igual que yo, no eres mucho mejor que nosotros, vampiresa. Sabes que debes morir, por todas tus atrocidades. No te preocupes, eliminaré a tu querido padre y a todos esos vampiros que tanto quieres.
Sinéad: ¡Nooo!
Agramón: Esos clicks que se quieren casar aquí, morirán. Mis hermanos y yo acabaremos con todos ellos, te prometo que sufrirán hasta el último suspiro de vida.


Sinéad: No, por favor...

Finalmente se rindió. Se apoyó en una roca muy debilitada. Notaba que la protección contra el sol se estaba escurriendo lentamente. Aquello la debilitó todavía más. De pronto, una voz en su interior le habló con todo el amor del mundo.

No importa dónde te encuentres, el poder está en tu interior. Tu alma es poderosa y mágica, Sinéad. Tu cuerpo no es más que un cascarón. Ahí no reside la magia que te hace tan especial. Debes luchar, Sinéad.

Sinéad: ¿Quién eres?
Agramón: Empiezas a delirar, vampiresa. Ya te lo he dicho, soy el demonio del miedo.

Sabes quién soy, Sinéad. Estamos conectadas para siempre. Olvida tu cuerpo y piensa en tu espíritu, es fuerte, mucho más que ese inmundo ser. No dejes que te debilite con sus amenazas y tus miedos, debes ser fuerte. ¡Debes luchar!

Sinéad: Ugvia...

Agramón: ¿Ugvia? ¡Es cierto! Podría destruir Lainaya. Esas hadas que allí habitan deben saber muy bien...sobretodo tu hija, Brisa.


Sinéad: No...
Agramón: Sí, prometo acabar con todo lo que amas.
Sinéad: ¡NOOOOOOOOOOOOOO!


Una fuerza que pensaba que había perdido renació en su interior. Se levantó y agarró al demonio con decisión. Le mordió en el cuello y este empezó a gritar enfurecido. 

Agramón: ¡Esto no es posible! ¡Déjame, chupasangre! ¡Nooo! 


Cuando el cuerpo de aquel demonio dejó de moverse, lo tiró con asco al suelo. Se sentía más fuerte, sin miedo a nada. No perdió más tiempo y se apresuró a rescatar a Eros de sus atacantes. Estaban tan absortos bebiendo de Eros que no se percataron de su presencia hasta que fue demasiado tarde para ellos. Los mató a todos, sin ningún tipo de misericordia. 



Fue hasta Eros y lo abrazó. Estaba inconsciente y no respondía a ningún estímulo. El sol los estaba quemando, así que utilizó más crema protectora. Sentía ganas de llorar de desesperación. Si Eros moría, no lo podría soportar. Era el pilar principal en su vida, lo que le ayudaba a seguir en pie y luchar. No se podía permitir el lujo de llorar y perder el tiempo, debía actuar.

Sinéad: Mi amor, espera aquí. No tardaré.


Ruperto era un gran aficionado a la caza. Su padre le enseñó desde muy pequeño y se convirtió en su hobby principal. Pronto sintió que necesitaba ir más allá. Creó una asociación y se convirtió en su presidente."Unión de cazadores libres" era su nombre. Bajo el lema "los animales son seres inferiores", mata por el simple placer de disparar y quitar vidas. Le gustaba salir solo con su querida escopeta y disparar a todo ser vivo. No mataba a clicks, pero muchas veces había estado tentado. "Algún vagabundo o un inmigrante al que nadie eche de menos", pensaba en ocasiones.  


El pantano era un excelente lugar para matar sin ser molestado. Solitario con poca vigilancia (siempre había conseguido pasar desapercibido). Nunca había tenido problemas ni se había encontrado nada fuera de lo normal. Ese día decidió investigar un poco más y caminó unos kilómetros más adentro. 

Ruperto: ¡Una gaviota! Esta es la mía. Las gaviotas son aves carroñeras y asquerosas. Son como las palomas y las ratas, seres repugnantes.


Se posicionó bien para no errar el tiro. Se estaba concentrando cuando escuchó unos pasos. Ver a una clack vestida de negro, ocultando su rostro bajo un velo y con un paraguas rojo casi le provoca una parada cardíaca. Se tranquilizó cuando Sinéad le saludó cortesmente. 


Sinéad: Disculpe que le moleste, buen hombre.
Ruperto: Ah, no se preocupe. ¿Le puedo ayudar en algo?
Sinéad: Me he perdido en este inhóspito lugar. Carezco de orientación y me temo que sin ayuda no podré volver a la civilización. 
Ruperto: Yo es que estoy ocupado. ¿Quién es usted?
Sinéad: ¿Y usted?
Ruperto: Yo soy...
Sinéad: Basura.
Ruperto: ¿Disculpe?

La mirada de Sinéad lo hipnotizó a los pocos segundos.

Ruperto: Soy Basura.
Sinéad: ¡Silencio! Escombro humano, escoria que debe desaparecer del Playmundo. Acompáñame y no digas ni una sola palabra más. Asesino repugnante.


LLevó a Ruperto hasta Eros y le ordenó que se tumbase en el suelo. Acercó la boca de Eros a su cuello y este reaccionó al momento. Rápidamente bebió la sangre del cazador y recuperó todas sus fuerzas. El hombre murió segundos después.


Eros: ¿Sinéad? ¿Dónde están esos seres?
Sinéad: He acabado con ellos.Estabas muy débil y necesitabas alimentarte.
Eros: Me has salvado una vez más. Mi Shiny. Tendré que agradecerte de alguna forma lo que has hecho por mi...
Sinéad: Tengo algunas ideas en mente muy...interesantes.

Se besaron y juntos regresaron a la boda. Sin querer, habían librado a los novios e invitados de unos enemigos mortales.


Lejos de allí...

Pandy y los demás animales llegaron hasta un lugar sombreado con inmensos árboles centenarios. 

(Sus conversaciones están traducidas directamente. Los clicks no pueden entender lo que dicen, tan solo escuchan ladridos y sonidos que no comprenden).

Chiluca: Caris, yo no puedo más. Seguro que Lilu debe estar muy preocupada por mi...La caminata se me ha hecho más larga que la infancia de Heidi. 
Cayetana: A mi me duelen las patitas y me estoy despeinando. Estoy más hecha polvo que la toalla de Freddy Krugger
Pandy: No seáis quejicas.



Tinger: Chorizo, ¿están muy lejos esas hienas infernales?

Chorizo olfateo el suelo muy concentrado.

Chorizo: Están cerca...
Pandy: ¿Muy cerca?


Chorizo: Demasiado cerca...
Hurto: ¿Qué quieres decir con eso?


Hiena3: ¡Solplesa!
Cocovo: ¡Las hienas!
Hiena2: No voy a dejar ni los huesos. ¿Que clase de bicho es ese?
Hiena3: No sé, pelo huele muy bien.


Hurto: ¡Es una emboscada! 
Hiena6: Perro listo.
Cocovo: ¡Estamos rodeados! 


Hiena1: Estos dos perritos salchicha son para mi, ¡seeeh!
Hiena9: ¡Yo me pido la del collar amarillo!
Hiena5: ¡Y un cuerno, esa es para mi!
Chiluca: ¡Qué horror! Sois más feos que un frigorífico por detrás...¡No me tocaréis! 
Cayetana: Al menos se pelean por ti, nena...


Chorizo: Estamos atrapados...
Pandy: Lucharemos hasta el final, ¡no tenemos miedo!
Chiluca: Habla por ti, nena...


Toloco: Es una suerte que la comida nos busque. En la historia de nuestra manada, jamás nos había buscado ninguna presa. Estamos muy agradecidas.
Pandy: Os buscamos para deteneros. No queremos que hagáis daño a nuestros amigos.
Toloco: No te enfades, pequeña cosa peluda. Tu plástico no sabrá tan bien si te enfadas. Se tensan los músculos y quedan más duros al morir, ¿lo sabías?
Hurto: Mi plástico es asqueroso, os lo advierto...una vez me mordí la lengua y sabía fatal...
Pandy: No os lo pondremos fácil.


Cocovo: ¡Chicos, por aquí! ¡Veo luz en su interior!

En el enorme tronco de aquel árbol había un agujero. No se lo pensaron dos veces y siguieron a Cocovo al interior de aquel árbol. Las hienas hambrientas los persiguieron. 


Aquel agujero llevaba hasta lo más alto del árbol. Salieron y caminaron por las ramas, temerosos de dar un mal paso y caer al vacío.

Tinger: ¡Esto está muy alto!
Chorizo:Ay, me mareo...
Cocovo: ¡No miréis abajo! 
Pandy: ¡Nos persiguen! 



Chiluca: ¡Socorro!

Una de las hienas la atrapó. Chiluca estaba atrapada e indefensa ante las hienas hambrientas.

Hiena3: Calne pija, ¡debe estal muy sablosa!
Hiena5: No vamos a dejar ni el collar.
Chiluca: No, el collar no...es de Pirruca & Gatani.


Hurto: ¡Dejad en paz a Chiluca!

Hurto tenía miedo, pero sus sentimientos por ella eran más fuertes que cualquier temor. Dejó atrás sus temores y luchó por su amada.

Hiena3: ¡Pello tonto! ¡Acabalemos contigo!


Hurto fue a por una de las hienas y le pegó dos mordiscos en las patas. Sorprendido, quiso defenderse utilizando su poderosa mandíbula. Hurto actuó mucho más rápido y le propinó un golpe que la precipitó al vacío.


Hiena3: ¡Socolloooo! ¡Ahhhh!


Hiena5: Perro piojoso, ¡te arrepentirás por esto!

Hurto se lanzó sobre ella como un toro, envistiendo sin pensar en nada. También perdió el equilibrio y se cayó.

Hurto: ¡Nadie toca a mi Chiluca!
Chiluca: ¡Ahhhhh!


Hiena6: Mmmm, qué bien hueles, perrita. 
Chiluca: Porfi, no me hagas daño...


Hurto: ¡No la tocarás!
Hiena6: ¿Tú me lo impedirás? ¡No me hagas reír!
Chiluca: ¡Él no pero yo sí!
Hiena6: ¿Eh?


Un mordisco de Chiluca en una parte delicada de aquella hiena seguido de un empujón la hizo caer por aquel abismo entre gritos de dolor.

Hiena6: ¡Ayyyyy! ¡Auuuu!
Hurto: ¡Chiluca! ¿Estás bien?
Chiluca: Sí, muchas gracias, Hurto...me has salvado.
Hurto: No ha sido nada.
Chiluca: Has arriesgado tu vida por mi. No lo olvidaré nunca...


Hiena2: ¡Ven aquí, monito
Cocovo: ¡Toma palo!

Cocovo se movía entre las ramas con gran maestría y velocidad. Gracias a ello, mandó a una muerte segura a un par de aquellas hienas.

Hiena2: ¡No quiero moriiir!
Cocovo: ¡Hasta luegi!
Cayetana: ¡Hurra! Cocovo, eres mi Rambo.



Tinger se había escondido. Tenía miedo por las hienas y por la gran altura. No podía descuidarse o tendría un desenlace fatal. Una de aquellas hienas seguía su rastro. Cuando pensaba que la había despistado, lo encontró.

Hiena8: ¡Estás ahí! 
Tinger: Ven a por mi, si te atreves.

La hiena estaba dispuesta a saltar, pero parecía estar esperando a algo. Tinger intuyó que no era la única que lo había localizado así que saltó justo a tiempo.


Una hiena se quedó con la miel en los labios. Se le había escapado por los pelos. Cuando dio otro salto para atrapar a Tinger, se apartó y las dos hienas se golpearon fuertemente en la cabeza. Se quedaron inconscientes con un buen golpe del que recuperarse. 



Tinger: La próxima vez os metéis con alguien de vuestro tamaño. ¿Dónde estará Pandy? ¡Pandy!


Chorizo por su parte, también consiguió derrotar a un par de hienas. Sus fuertes y poderosos colmillos fueron de gran utilidad en los momentos más complicados.


Mientras, Pandy se las veía con el jefe de la manada...

Toloco: Maldito bicho peludo. ¡Te comeré poco a poco para que sufras! Primero una pata, luego la otra, una oreja,...
Pandy: ¡Sigue soñando!
Toloco: ¡Ya me estás hartando! 


Pandy corrió con todas sus fuerzas y la hiena no lo pudo atrapar. 

Toloco: ¡Has terminado con mi paciencia! ¡Grrrrrr!


Huyó hasta llegar al final de una rama. La caída desde aquella altura era vertiginosa, el terror de cualquier acrofóbico. Pandy no tenía escapatoria alguna. Retrocedía lentamente acercándose al final de la rama. La hiena saboreaba aquel momento, sabiendo que no podría huir a ningún lado.

Toloco: Ya no eres tan valiente, ¿verdad?


Pandy: ¿Es verdad lo que dicen de las hienas?
Toloco: ¿El qué?
Pandy: Que sois tontas.
Toloco: ¡No somos tontas!
Pandy: También dicen que sois feas. Eso es verdad, no lo puedes negar. Mira que eres fea, pero de remate. Además sóis apestosas, ¡ya os podríais lavar un poco! 


Enfurecida, se lanzó a por Pandy. El odio y el ansia le jugaron una mala pasada. Ahora era ella la que estaba al filo del abismo. Se agarraba con las patas delanteras pero no aguantaría por mucho tiempo.

Toloco: ¡Has jugado conmigo, bicho peludo!
Pandy: Debo pensar en mi supervivencia.
Toloco: Te lo ruego, ayúdame...Prometo marcharme y dejaros en paz...pero no me dejes caer...
Pandy: No sé si puedo confiar en ti...
Toloco: ¡Por favor!
Pandy: Está bien.

Cuando Pandy le estaba ayudando a subir, la hiena intentó morderle a traición por lo que se apartó y sin su apoyo, cayó entre gritos de rabia y frustración.


Toloco: ¡Maldito bicho peludooooooooooo...!

La última hiena cayó hasta golpear contra el fondo. Pandy apartó la mirada para no ver la terrible escena. Habían logrado salvar a sus amigos y la boda de unas salvajes hienas. Se reunió con todos los demás y corrieron hacia la ceremonia. 


Continuará...