viernes, 30 de octubre de 2015

Halloween 2015: La muñeca maldita

Carolina y David salieron como cada Halloween a pedir chucherías casa por casa. Eran amigos, vecinos del barrio. Carolina era un niña cariñosa, tranquila y muy asustadiza. David sin embargo era atrevido, revoltoso y bromista. Él iba disfrazado de demonio, con su tridente, capa, cola, cuernos y una larga barba negra. Ella de hada, con sus alitas, corona y un vestido de colores. Era una noche algo fría y la luna llena brillaba con una luz azul mágica. Llegaron a la valla de la casa misteriosa, así la llamaban todos. Era una gran mansión en la que nadie había visto nunca a sus habitantes. Estaba claro que allí vivía alguien. El jardín abandonado, con sus árboles secos y malas hierbas contrastaba con las calabazas de Halloween que adornaban la entrada.


- ¿Para qué nos paramos aquí? - Preguntó Carolina asustada. Siempre que pasaba frente a esta casa, lo hacía corriendo sin parar. - Yo no pienso ir a pedir chucherías...
- ¿Tanto miedo tienes? - Quiso saber David sorprendido. - ¿No te creerás todas esas cosas que dicen por ahí? 
- Sí, me las creo - Contestó mirándole desafiante - Esta casa está encantada.


- ¿No te das cuenta? Eso lo dirán niños que saben que aquí dan muchas chucherías. Si han puesto calabazas en la entrada es que les gusta Halloween y quieren recibir visitas.
- David, prefiero que pasemos de esta y pidamos chuches en otras casas...tengo miedo - Entre el frío y el miedo comenzaba a temblar.


- No seas cría - Le reprochó riendo - ¡Son leyendas urbanas!
- ¡Mira! - Caroline le agarró de un brazo asustada - ¡Ahí hay alguien!
- ¿Dónde?
- ¡Ahí, en la ventana! ¡Nos está mirando! Vamos, no quiero estar aquí - Tiraba del brazo de su amigo pero este no se movía. - ¡David!
- Carol, estamos en Halloween. Es una noche de misterio y terror. ¿No te apetece vivir una aventura?
- La verdad es que no...



- ¡Hola! - Los dos se asustaron. Estaban tan centrados en la casa que no se percataron de que alguien se acercaba - No quería asustaros - Era una vecina del barrio. Se llamaba Laura y tenía la misma edad que ellos. Iba vestida de princesa y por supuesto, al igual que ellos, tenía su cesta para meter las chucherías.

- Hola, Laura. ¡Que guapa estás! - Alabó Carolina.
- Gracias. Tú también. David, estás terrorífico. Oye, ¿vais a pedir chucherías en la casa misteriosa? - Preguntó sorprendida.
- Pues claro. Estoy seguro de que aquí dan muchas chuches.- Contestó David. - Yo no me creo esas tonterías que dicen.
- ¿En serio? Dicen que en esta mansión habita un niño maldito. Todos los halloween espera a que otro niño entre en la casa y que así le pueda pasar la maldición y ser liberado - Les explicó casi susurrando - Yo no entraría en esa mansión por nada del mundo.
- ¿Y que hace para pasarte la maldición? - Le preguntó Carolina intrigada.
- Dicen que es una muñeca demoníaca. Ella te pasaría la maldición y liberaría al niño, pero estarías atrapado con la muñeca en la mansión hasta el próximo halloween. Si no encuentras a otro niño, estarías maldito año tras año hasta que finalmente un niño sufriese la maldición. 


- ¡Que tontería más grande! - Exclamó David - Menuda chorrada.
- Dicen que esa muñeca fue repudiada en su día. Estaba sucia, rota y vieja. No deseaba estar sola así que maldijo a los niños que la tocasen para que nunca más la pudiesen abandonar.
- No sé quién puede creerse semejante tontería...
- David, a mi no me parece una tontería - Intervino Carolina - Da miedo.
- Bueno, yo os dejo que tengo muchas casas que visitar. Tened cuidado si entráis en esa mansión...

Laura se marchó dispuesta a conseguir el máximo posible de chucherías. 

- ¡Hasta luego! Ay, me gustaría ir con ella - Se quejó Carolina.
- ¿Me darías el plantón? - Puso cara de tristeza y ojitos de cordero degollado.
- No, tonto - Respondió arrepentida.



David abrió la la puerta de la valla y entró. Carolina se puso muy nerviosa y por más que llamaba a su amigo, este no le prestaba atención. Finalmente se dejó llevar, a pesar del miedo. El jardín estaba muy descuidado. Dos enormes calabazas con velas en su interior eran la única muestra de que allí había alguien. Telas de araña, ramas secas, suciedad...era un lugar tétrico y deprimente.


Un gato se deslizó con sigilo entre las ramas secas del jardín. Carolina lo miró entre temerosa y fascinada. El viento frío la hizo tiritar y se planteó dar media vuelta. 

- David, no quiero estar aquí...
- Pues vete, si es lo que quieres. Deberías superar tus miedos. Siempre temerosa de todo - Le dijo enfadado - Eres una miedica.
- ¡Eso es mentira! 


Algunos cuervos habitaban en aquel jardín marchitado. Los observaban atentos, extrañados de ver a dos inocentes niños en un lugar tan peligroso.

- Mira, hay cuervos - Dijo David - Son súper guapos.
- ¿De verdad crees que nos darán chucherías? - Preguntó dudosa - Esto está abandonado...
- ¡Pues claro! Hazme caso y no pienses más - Le aconsejó. 



David se detuvo ante la puerta y se dio la vuelta para mirar a su amiga. Vio al gato negro pasar tranquilamente y escabullirse entre ramas y maleza.

- Vamos a vivir una aventura emocionante. Estamos en hallloween - Puso voz de misterio para asustar más a Carolina - Veremos si alguien nos abre la puerta.


Golpeó a la puerta pero esta se abrió de par en par. David saludó pero allí no había nadie. Decidió entrar y Carolina lo siguió intrigada. Estaban en una vieja cocina. El polvo y las telarañas lo habían invadido todo. Una payaso de juguete estaba sentado sobre una mesa frente a la mesa. Le acompañaba un enorme oso de peluche marrón, también sentado sobre una silla. Frente a ellos tenían la mesa servida, con copas repletas de un líquido rojo, una calabaza y dos platos con comida podrida. El olor era muy desagradable.

- ¡Qué asco, tío! - Exclamó David tapándose la nariz.
- Huele fatal...¿Quién habrá puesto estos muñecos aquí? - Carolina no podía dejar de mirar al payaso. Siempre le habían provocado miedo, pero en aquella circunstancia ese pánico aumentó considerablemente. - Ese payaso me da miedo...


- Es sólo un muñeco, Carolina. No temas, yo te defenderé si te ataca - Aseguró despreocupado. - Puaj, mira que telaraña más grande...
- ¡Ahhhhhhh!
- ¿Qué pasa? - Preguntó alertado cuando la escuchó gritar.


- ¡Un ciervo! - El animal disecado estaba sucio y repleto de telaraña. - Es...
- ¡Guay! ¡Cómo mola! 


Escucharon un ruido y los dos miraron hacia una puerta. Un niño disfrazado de fantasma oscuro los estaba observando.

- ¡Ahhhhhhh! ¡Es el niño maldito! - Carolina casi se desmayó del susto.
- Hola, ¿vives en esta casa? - Le preguntó David sobresaltado. El niño disfrazado no contestó.


- David, por favor, quiero irme de aquí - Estaba tan nerviosa que temía orinarse encima.
- ¿No te das cuenta? ¡Quiere asustarnos! Ey, ¿es que no sabes hablar? - Le preguntó David desafiante.


El niño disfrazado salió corriendo y se escondió. Entraron en un comedor en el que la mayoría de los muebles estaban tapados con sábanas. Creaban formas extrañas. Carolina imaginaba que eran monstruos escondidos, esperando el momento para atacarles.Otros muebles estaban sin tapar, sucios y en muy mal estado. Olía a humedad y suciedad.

- ¿Hola? Me llamo David - Dijo en voz alta. - Queremos ser tus amigos.
- Deberíamos irnos de aquí, David. La leyenda es cierta - Le advirtió.
- ¡Bobadas!


- Más animales disecados - Dijo señalando una mofeta - Pobrecita...
- ¡Ey, niño! Sal de tu escondite, que no te tenemos miedo - David buscaba al niño mirando tras los muebles. 


El silencio reinaba en aquella casa. Sólo la respiración agitada de Carolina y su propio pulso lo rompían. 

- Ayuda - La voz provenía de la cocina. 

Al darse la vuelta, vieron al niño mirándoles con algo en la mano.

- ¿Necesitas ayuda? - Le preguntó Carolina ahora preocupada.


- Tú me gustas. Debe ayudarme él - Respondió el niño señalando a David. Seguidamente subió las escaleras a toda prisa hacia el primer piso.
- ¡Espera! - Era demasiado tarde para salir de allí. Estaban intrigados y deseosos de averiguar lo que estaba ocurriendo.


Al llegar a las escaleras que daban al primer piso, encontraron un esqueleto enganchado a la pared. David estaba asustado, pero no estaba dispuesto a dejar que Carolina se percatase de ello.

- Es de mentira - le dijo dudoso. - No tengas miedo.
- No lo puedo evitar. Debemos ayudar a ese niño, dice que necesita ayuda.
- También es posible que nos esté tomando el pelo, Carolina.
- ¿Tú crees?


- ¡Ayúdame, David! - El niño los observaba desde el primer piso. David no pudo evitar asustarse.
- ¿Esto es un broma?

El niño salió corriendo sin responder a la pregunta. Los dos subieron las escaleras hasta llegar al primer piso.


Entraron en el cuarto de baño. Su estado era lamentable. Toda aquella mansión era un desastre. El olor era espantoso, a agua podrida y suciedad.


La siguiente estancia era un dormitorio infantil. Habían muchos juguetes viejos y entre ellos, una espantosa muñeca. Había sido reparada en innumerables ocasiones. También lucía manchas de suciedad en su vestido y su pelo negro estaba enmarañado y muy descuidado. 

- ¿Has visto eso? ¡Es espantosa! - Exclamó David asombrado.
- David...¿y si esa es la muñeca maldita? Laura nos contó su historia... - Estaba a punto de salir corriendo, dejando a David allí plantado - Tenemos que salir de aquí, por favor.


- ¡No seas miedica! Es una simple muñeca. Es fea, pero no puede hacernos daño - Aseguró agachándose ante la muñeca.
- No deseo que sufras esta maldición - Dijo el niño disfrazado de fantasma al salir de su escondite - Pero no puedo más. ¡Ayúdame, te lo ruego! Tifanny es mala, muy mala...
- ¿Te burlas de mi? ¿Quién es Tifanny? Te has equivocado de chico, yo no creo en estas tonterías - Le advirtió David enojado.
- Tifanny es la muñeca - Aclaró el extraño niño.
- David, no toques esa muñeca - Le pidió Carolina.


- No tienes miedo, ¿verdad? Pues toca a Tifanny y demuéstralo - El niño hablaba cada vez más fuerte y en sus palabras se advertía nerviosismo.
- ¡No lo hagas! - Carolina no dudaba en absoluto de la leyenda.

David cogió la muñeca con una mano y la meneó en el aire sin el menor miramiento. Sonrió a Carolina satisfecho y miró al niño disfrazado de fantasma.

- ¿Pensabas que no lo haría? ¡Pues te has equivocado! ¿Has visto, Carolina? ¡Estaba tomándonos el pelo! - Sacó la lengua al niño - Un fiasco de broma, chaval.  


De pronto, David comenzó a sentirse mal. Todo le daba vueltas y le quemaba la piel. Se comenzó a marear y sentía que la piel se le caía a tiras. Carolina gritó espantada cuando David se transformó en un ser sobrenatural. Su piel era oscura y sus ojos grandes y amarillos. 

- ¡David! - Su amiga no podía dejar de llorar. - ¡Que te está pasando!
- Me encuentro muy mal... - Los dolores desaparecieron y de nuevo se sintió bien. No era consciente del cambio físico que había experimentado. - ¿Por qué me miras así?
- Tú-tú...cara... - A Carolina no le salían las palabras. Ese aspecto siniestro nada tenía que ver con el de su querido amigo David - Has cambiado...
- ¡Me has liberado! - Gritó eufórico el niño.


Se quitó el disfraz de fantasma y dejó ver su nuevo aspecto. Era un niño sano, de pelo moreno y ojos negros. Saltaba feliz tocándose el cuerpo y la cara sorprendido.

- ¡Soy libre! 
- ¡Qué le has hecho a mi amigo! - Exigió Carolina al niño - ¡Tú le has hecho eso!
- ¡Quiero recuperar mi cuerpo!
- Es la muñeca...ella es la responsable - Aclaró más tranquilo.

"¡Tengo un nuevo amigo!" Una voz de ultratumba se escuchó en la habitación. "Bienvenido, David. Tranquilo, tendremos tiempo de conocernos". Esa voz provenía de la muñeca, que reía con malicia y satisfacción.

- ¡Corre, Tifanny es peligrosa! - El niño salió corriendo de la habitación.
- ¡No puedo dejar a David aquí!
- ¡Ya no puedes hacer nada por él! ¡Está poseído por ella!


"Mata a esos dos niños y usemos sus huesos para adornar la casa", ordenó la muñeca a David. Le pareció una barbaridad en un principio, pero luego la idea le pareció divertida. 

- ¡Juguemos con sus huesos! - Gritó divertido.

Carolina huyó asustada sin mirar atrás.


David los seguía muy de cerca. La muñeca se removía en sus manos, deseosa de poder cumplir sus fantasías más perversas.

"¡No huyáis! ¡Estamos en Halloween!" les decía mientras bajaban las escaleras. "¡Rápido! Si no los atrapas te martirizaré hasta límites inimaginables". David corría todavía más deprisa. 

- ¡Carolina, no puedes abandonarme! ¡Quiero jugar contigo! - No se detuvo ni por un momento. Sabía que su amigo estaba bajo la influencia de la muñeca.


Por fin consiguieron salir al jardín sin ser alcanzados. David se detuvo en el umbral de la puerta. La maldición no le permitía salir de la mansión.

- ¡Carolina! - Gritó desesperado. 


"¡Por todos los demonios! ¡Los has dejado escapar!" Se quejó Tifanny. David observaba a su amiga, ya fuera de peligro. Aunque una sensación extraña le invadía, se alegró por ella.


- ¡Tenemos que ayudarle! - Le pidió Carolina al niño.
- Me llamo Rafael. Lo siento, pero no podemos hacer nada. En el fondo yo no le quería pasar la maldición, pero llevo demasiados años maldito...y Tiffany es una compañía terrible. Ahora tendrá que esperar al próximo Halloween y atrapar a otro niño incauto que ignore las advertencias.
- David...- Carolina lloraba triste por su amigo, al que no sabía si volvería a ver.


David quedó atrapado en aquella mansión infernal. Pasaban los años y ningún niño se atrevía a entrar en la casa. Tiffany se convirtió en su única compañía y con ella esperaría el ansiado día de Halloween en el que un niño se atreviese a entrar en la casa.



- Y colorín colorado, este cuento se ha acabado - Anunció Calabazo. 

Elvira estaba sentada en su regazo. Había escuchado atentamente el relato sin interrumpir.

- Es un final triste...me da pena David - Le confesó.
- ¡Ohhh, dulce niña! No debes preocuparte por David. Recuerdo que tus abuelos te regalaron un oso de peluche, ¿no es cierto?


- Sí, pero lo perdí...
- Pues aquí tienes a una nueva amiga, Tiffany.¿Te gusta? - Le mostró la horrenda muñeca.


- ¿Es la misma Tiffany que la del cuento? - Preguntó asustada.
- ¡Es una pobre muñeca que no tiene con quién jugar! Está sola, igual que tú. Ella será tu amiga - Le dio la muñeca y ella la agarró ilusionada.


- Está sucia, pobrecita - Elvira intentaba limpiar las manchas del vestido de la muñeca.
- Es el momento de despedirnos, Elvira.


La niña se marchó con la muñeca y junto a Yan, que vigilaba atento la muñeca. Calabazo se acercó a la ventana y se despidió de la niña y su amigo.


Nocturna fue hasta Calabazo y este la acarició. Sabía que estaba triste.

- Mi pequeña y dulce Nocturna. Lo sé, tenemos que despedirnos hasta el año que viene...Halloween llega a su fin. No te preocupes, volveremos el año que viene con nuevas historias terroríficas - La loba aulló en respuesta.


- Queridos amigos, seres del más allá, fantasmas, espíritus, demonio, monstruos...ha llegado el momento de despedirnos. Os deseo un feliz Halloween. Nos vemos el próximo año con nuevas y escalofriantes historias. Me retiro a mi alcoba a descansar. ¡Hasta el año que viene! Sed malos, queridos. Quizás el año que viene cuente vuestra propia historia. ¡Jajajajaja! 


De esta forma termina nuestro viaje. Habéis sabido guardar la compostura y estoy orgulloso de vosotros. No habéis sufrido daño alguno, observando tras de mi y guardando silencio. No os aseguro que algún ser malvado no se haya quedado con vuestra cara, quizás aparezca en mitad de la noche para perturbar vuestro sueño. Podría aparecer en vuestras peores pesadillas o convertir vuestras vidas en un auténtico infierno. Crucemos los dedos por que esto no ocurra. Este es el fin de nuestro largo viaje. Nos veremos el próximo año, amigos. ¡Feliz Halloween!


Fin

lunes, 26 de octubre de 2015

Halloween 2015: Venganza sobrenatural - Segunda parte

Llegaron excitados y con ganas de gastar todo el dinero del robo. Llamaron a una clack de vida alegre y compraron cervezas y todo tipo de sustancias prohibidas. Vivían en un bloque de pisos abandonado, en la primera planta. Los ocupas habían invadido todos los pisos y ellos habían decidido establecer allí su guarida. La tienda de antigüedades de Margarita y Evaristo quedaba muy lejos por lo que estaban completamente tranquilos. Rockas intimaba con la clack de vida alegre y Nacho y Orco bebían y reían entusiasmados.

- Pues aquella vieja me parecía guapa, es una pena - Se quejó Nacho - Si se hubiese comportado mejor, le habría hecho un favor.
- ¡Era una vieja, tío! Esa de ahí si que está buena - Señaló a la calck con la que Rockas intimaba - ¡Ey, no la canses mucho que luego voy yo!
- Tendréis pasta para pagar, ¿no? - Preguntó la clack a Rockas.
-Claro que sí, nena. No te distraigas - La besaba sin cesar mientras palpaba cada centímetro de su cuerpo.


- Tenemos que ir preparando nuestro próximo golpe. Esta vez debe ser algo...- Se interrumpió para dar un trago de cerveza - ...algo grande. Quizás la tienda de licores.
- Ahí se mueve mucha pasta - Aseguró Nacho.
-Me estoy acordando de la vieja, exigiendo que nos marchásemos de la tienda - Nacho comenzó a reír y Orco no tardó en acompañarle - Tenía narices la abuela, eso se lo tengo que reconocer.
- Les hemos hecho un favor, ya estaban muy viejos y sus vidas eran miserables.


- ¿A dónde vas, guapo? - Quiso saber la clack cuando Rockas se levantó. 
Estaban tumbados sobre un colchón. El suelo estaba sucio y habían muchas botellas y bolsas de basura por todas partes. Los muebles estaban viejos y rotos.
- A sacar el agua al canario -Contestó apresurado.


Rockas entró en el lavabo y cerró la puerta. Era un cuarto de baño muy pequeño, casi no se podía mover. No era consciente del peligro que corría. Yan le acechaba desde la calle. Le observaba pacientemente, esperando el momento adecuado para actuar. Deseaba vengarse, hacer justicia. Sólo la muerte de los tres asesinos lo detendría.

- He bebido demasiadas birras - Decía mientras orinaba algo mareado.


Rockas no era un tipo educado, ni mucho menos. Era grosero, maleducado y desagradable. A pesar de ello, algunas lecciones de su madre se le marcaron de por vida. Así que fue a lavarse las manos, "siempre hay que lavarse las manos, cochino" le decía su madre cuando era pequeño. 

Frente a él tenía una ventana que daba a un callejón solitario. Se sobresaltó cuando descubrió allí al samurai, mirándole fijamente. Sus ojos eran rojos, muy rojos.

- ¡La leche! - Gritó sobresaltado.


Al parpadear, el samurai desapareció. Se frotó los ojos mirando una y otra vez asustado. Por un instante se quedó paralizado. No era capaz de mover ni un músculo. Si no hubiese orinado, se lo habría hecho encima. Respiró profundamente y se tranquilizó. Habían sido imaginaciones suyas. 

- Lo dicho, he bebido demasiadas birras - Se rió nervioso ya más tranquilo - He flipado en colores. Parecía la maldita estatua de la tienda de los viejos.


La ventana se abrió y una brisa helada entró. Le dieron unos escalofríos que le recorrieron todo el cuerpo. 

- Ho-la... - Entonces Yan apareció ante él. Llevaba uno de sus afilados cuchillos y se lo lanzó a Rockas con todas sus fuerzas. Rockas gritó sorprendido. El cuchillo se le clavó en un ojo y siguió su camino destrozando todo a su paso. 



Tocó el cuchillo clavado en su rostro, en un absurdo intento de sacárselo. Se notaba mojado y se estaba mareando. Le dio tiempo a observar a Yan, que sonreía ante la agonía y dolor de Rockas.

- Venganza - Dijo antes de que Rockas cayese muerto al suelo. Esas fueron las últimas palabras que escuchó el delincuente. 


Mientras, sus compañeros seguían con la juerga. Orco había ordenado a la chica que se sentase en sus piernas y le hiciese mimitos. Nacho escuchó el grito de angustia de Rockas, pero Orco estaba demasiado ocupado con la chica.

- Eres muy juguetón, ¿eh? - Le preguntó coqueta. Odiaba a aquellos hombres, pero necesitaba el dinero y no tenía más remedio que aguantar.
- Lo soy, preciosa. Ahora te daré lo tuyo, ya verás - Lamió su rostro y ella disimuló el asco que le provocaba.
- ¡Orco! ¿Has escuchado eso? Algo le pasa a Rockas - Le alertó.
- Pues ve a ver que le pasa. A lo mejor necesita papel de water - Su frase le hizo gracia y reía a carcajadas. 


- Tío, ¿estás bien? - Abrió la puerta poco a poco, temiendo sorprender a su amigo sentado sobre la taza del water.

Cuando descubrió a Rockas tirado en el suelo, ensangrentado y con un cuchillo clavado en la cara, gritó como una adolescente. Aquello era lo más horrible que había visto en su vida y el miedo más profundo se adueñó de él.

- ¡Ahhhhhhhhhh! ¡Orcooooo!


Orco empujó a la chica al suelo sobresaltado y desenfundó su pistola, la misma con la que había disparado a Evaristo.

-  ¡Qué narices pasa, leche! - Gritó a Nacho enfadado.
- Es...es... ¡Rock-Rock-Rockas! ¡Está-está...!
- ¡¿Qué dices?! ¡Habla claro que no me entero! - Le exigió.
- ¡Rockas está muerto! ¡Le han clavado un cuchillo en la cara! - Se puso a llorar desesperado. 
- ¿¡Qué!? ¡Maldita sea!

Intentó ordenar sus ideas. Pensó en todos sus enemigos y en los que eran capaces de hacer algo tan salvaje y cruel. 

- Los Peinetas, han sido ellos - Sentenció. 


- ¡Tenemos que salir por patas, Orco! - Sugirió Nacho histérico.
- No puede ser...

Tras nacho, apareció Yan. Orco no podía dar crédito a lo que sus ojos veían. Era la misma estatua que habían visto en la tienda de antigüedades. Se movía y sus ojos rojos brillaban. Portaba una de sus armas en las manos, dispuesto a usarla.

- ¿Qué pasa, Orco? - Yan usó su afilada arma hiriendo en la cara a Nacho, que gritó de sorpresa y dolor. La herida le desgarró la cara y sangraba en abundancia. 


- ¡Ahhhh, Orco! ¡Ayúdame! ¡Por favor! - Yan no estaba dispuesto a dejar las cosas tal cual. Estaba decidido a llegar hasta el final. Debía terminar su tarea encomendada. 

- ¡¿Qué eres?! Por favor, no me hagas daño... - Supo inmediatamente dónde había visto a Yan y se sobrecogió. - Lo-lo siento, no queríamos hacer daño a esos viejos...¡Orco, ayuda!


Orco observaba, incapaz de hacer nada. Su amigo necesitaba ayuda pero estaba sobrecogido por la situación.

- Amigo...te podemos dar mucha pasta, ¿a que sí, Orco? Vamos, ¿cuanto quieres? - Le propuso esperanzado.
- Venganza - Fue su única contestación.


Sin titubear le arrancó la cabeza. Los gritos de Nacho cesaron cuando las cuerdas vocales dejaron de funcionar. La sangre brotó a raudales cuando la cabeza de Nacho cayó al suelo. 



La clack de vida alegre (aunque de alegre no tenía nada) gritó aterrorizada y quiso huir. Orco se le adelantó. La puerta principal quedaba lejos así que decidieron salir por una de las ventanas.

- ¡De prisa, por favor! - Pedía la chica asustada.
- ¡Yo primero!


Cuando se subió al alféizar de la ventana, empujó a la clack. Se dio un tremendo golpe sobre la mesa y quedó expuesta ante Yan.

- Lo siento muñeca, la ley del más fuerte. Así me darás algo de tiempo - Tras decir estas palabras se marchó. 


Yan se acercaba a ella lentamente. Sus ojos eran terribles y no era capaz de mirarle fijamente. Después de lo que le había visto hacer a Nacho, temía sufrir una muerte igual de dolorosa y cruel. No quería morir, no de esa forma. Rogó por una segunda oportunidad. "No por favor, estoy dispuesta a cambiar de vida, lo prometo". Cerró los ojos esperando el golpe mortal. 


Cuando los volvió a abrir, Yan estaba saliendo por la ventana. Ella no era su objetivo, no era culpable. Sólo deseaba vengarse y debía encontrar al último nombre en su lista, Orco.

- Gracias - Dijo en un susurro. Sabía que Yan no la estaba escuchando. Se juró un cambio de vida radical. Volvería a casa con sus padres.


Orco se escondió tras unos contenedores de basura. Era un callejón solitario. Algunos gatos callejeros la habitaban, ignorando por completo a Orco. Estaba temblando, realmente asustado. "Ha sido capaz de encontrarnos, esa cosa nos buscó y dio con nosotros", se decía perplejo. 

- Busca venganza...- La voz sobrenatural de Yan se repetía en su mente una y otra vez. Había asesinado a Nacho y Rockas de la forma más horrible. Agarró la pistola con sus manos sudorosas, alerta ante cualquier movimiento sospechoso - A mala hora decidimos entrar en esa tienda de antigüedades. 


Escuchó unos pasos y se asomó. Allí estaba, el dichoso samurai. Era imparable, no había escapatoria. Le temblaban las piernas ante la aterradora imagen de aquel ser infernal.

- ¡Ey, amigo! Escucha, lo siento mucho. No quisimos hacer daño a  esos abuelos. ¿Me comprendes? De verdad que lo siento - Yan no contestaba ni se movía. - Podemos ser amigos, ¿que te parece?


Pensó que se trataba de un buen momento y salió de su escondite. Apuntó a Yan y le disparó.

- ¡Muere, desgraciado! - Estaba completamente seguro que por muy sobrenatural que fuese, unas balas lo matarían. - ¡Te podrás reunir con esos viejos!

Vació el cargador quedándose sin balas. Le había dado, estaba seguro. Cuando se percató de que no le había hecho el menor daño, huyó. Yan lanzó su arma contra Orco y esta le atravesó el torso. 



Se acercó hasta él y sacó su arma ensangrentada de su cuerpo. Orco se arrastraba intentando poner distancia entre él y su verdugo, pero todo intento era en vano. La herida era mortal y en sus condiciones no lograría llegar muy lejos.


- Mal-dito...- A Orco le costaba hablar. Tosía sangre y sabía que aquello era una muy mala señal - Qué narices eres...¡Quién e-e-eres...!
- Venganza - Contestó. 
- ¡Noooo! - Orco supo que aquella palabra era una sentencia de muerte.


Yan mutiló el cuerpo de Orco hasta dejarle prácticamente irreconocible. Tuvo una muerte larga y dolorosa. Se marchó abandonado su cuerpo desmembrado en aquel callejón solitario. 


Su venganza había concluido. Los nombres de los tres asesinos habían sido tachados. Ahora debía cumplir su segunda promesa, no menos importante. Cuidaría de Elvira. Sabía dónde vivía la señora Clarkson, la mejor clienta de Margarita y Evaristo. Adoraba a Elvira y la trataría como si de una de sus nietas se tratara. También sabía que ansiaba tener a Yan en su casa. Viviría junto a Elvira en aquella casa y velaría por su seguridad.  Elvira la estaba esperando al volver la esquina. Le dio la mano y juntos se alejaron del cuerpo inmundo de Orco y de aquellas peligrosas calles. 



- ¡Pero si estáis en mi casa! Que grata visita, queridos. Hola pequeña, soy Calabazo - Dijo sonriente.
- Soy Elvira - Contestó la niña tristona.
- No estés triste, querida. Cuentas con un fiel amigo. Yan es una fantástica compañía. 
- Lo sé, pero echo de menos a mis abuelos...


- ¡Oh, ya sé! ¿Quieres que te cuente un cuento? Un maravilloso cuento de Halloween, ¿qué te parece? - Le propuso guiñándole un ojo. 
- Vale - Respondió más animada.
- ¡Perfecto! Luego te daré un regalo, seguro que te gustará. Yan, ¿le parece bien? - Preguntó al samurai- Bueno, prefiero que no hable...no quiero que pronuncie esa temida palabra y acabe con mi miserable pero amada existencia. 


- ¿Salen niños en esa historia? - Quiso saber Elvira.
- ¡Por supuesto! Descubrirás que debes sentirte afortunada...no todos los niños corren tu misma suerte, querida. Escucha atenta, niña. 



Continuará...