domingo, 29 de diciembre de 2013

Hafida: Capítulo 10 - Descubriendo un nuevo mundo


La operación había sido todo un éxito. Hafida, Simbat y Ben esperaron impacientes las horas que duró la compleja operación. Cuando les informaron que todo había salido bien, Hafida lloró de felicidad. Al día siguiente pudieron ir a visitar a Hasine. Hafida llevó una cajita de dulces árabes. Al entrar, encontraron a Hasine despierto. Sin que el personal médico se percatase, colaron a Swity en la habitación.

Hasine: ¡Sobrina!
Hafida: Tío, ¿cómo estás?
Hasine: Me siento como nuevo, ¡mejor que nunca!
Hafida: Soy tan feliz…mira, una cajita de dulces, de los que te gustan. La enfermera dice que solo puedes comer uno al día.
Hasine: Gracias, Hafida.


Hacía semanas que no conseguía sentirse tranquila, relajada. Siempre preocupada por la salud de su tío, pensando en que lo podría perder para siempre en cualquier momento. Ese nudo que tenía siempre en la garganta desapareció cuando le escuchó hablar. Volvía a ser el de siempre. Se abalanzó sobre él y le abrazó con cariño. Intentaba no llorar, pero estaba tan feliz que no pudo remediarlo.

Hasine: Mi Hafida, mi querida sobrina. No llores, ya estoy bien.
Hafida: Tenía tanto miedo a perderte...



Swity se subió a la cama y comenzó a saltar contento. Cuando vio la caja de de dulces, se los quitó a Hasine y fue a comérselos apartado.

Hasine: ¡Swity! ¡Eres un mono ladrón! 
Hafida: ¡Swity! Dame los dulces, no seas malo.
Hasine: No, deja que se los coma. Disfruto viendo a Swity comer.


Ben: Señor Hasine, me alegra profundamente que se encuentre bien. De aquí unos días, podrá volver a su casa.
Hasine: Soy un hombre bruto, sin educación. He nacido en el desierto, entre palmeras y camellos. No sé expresarme como hacen ustedes, los de la gran ciudad, pero quería darle las gracias. Me ha salvado la vida. Siento haberle juzgado sin conocerle…
Ben: No se disculpe, no tengo nada que perdonar. Ahora a recuperarse, Hafida le necesita.



Hasine: ¡Simbat! Ven aquí, chico.
Simbat: Con usted no hay quien pueda. Me alegra mucho que todo haya salido bien.
Hasine: No te miento se te digo que pensaba que de esta no saldría…esto es un milagro.
Simbat: Es usted muy fuerte. Me gustaría comunicarle algo importante. Hafida y yo estamos saliendo juntos. Estamos enamorados.
Hasine: ¡Ya era hora! Llevo años esperando este momento, ¡yo en mis tiempos no me lo habría pensado tanto! Hacéis buena pareja. Siempre supe que vuestro destino era estar juntos.


Hafida: ¿Qué más le puedo pedir a la vida? Soy completamente feliz.
Simbat: Yo también lo soy, amor mío.

Se abrazaron con pasión. Hasine observaba atento la escena. Se sentía muy feliz, ahora su sobrina no se sentiría tan sola si a él le sucedía cualquier cosa en un futuro.

Hasine: Ya que estáis en la gran ciudad, ¡salid por ahí! Sobrina, enséñale a Simbat las maravillas de la civilización. Yo estaré bien, aquí me tratan como a un Rey.



La pareja hizo caso a Hasine. Simbat no había visto cómo era la gran ciudad, así que Hafida le enseñó todo aquello que a ella le pareció interesante. Comenzaron por ir al cine. Aunque Simbat sabía que existía y veía la televisión local en un bar cercano a su casa, jamás imaginó que se vería tan bien. Fueron a ver una de robots que se transformaban en todo tipo de vehículos. A Hafida no le gustó en absoluto la película, le pareció aburrida y sin sentido. Sin embargo a Simbat le pareció tan fantástica que la vieron una segunda vez. En la segunda proyección Hafida no lo pudo evitar y se quedó dormida.


Hafida estaba segura que a Simbat le gustaría ver con sus propios ojos los bosques de Wensuland. Acostumbrado al desierto, aquellos bosques le parecieron el paraíso. Absolutamente todo le entusiasmaba. Los verdes e imponentes árboles, los pequeños animales que allí vivían, los ríos y la extensa y colorida vegetación. Disfrutaron de aquellos paisajes y allí comieron sentados en la hierba. 



Sabía de la pasión de Simbat por el fútbol. Su sueño siempre había sido convertirse en un gran futbolista y jugar en uno de los mejores equipos del Playmundo. Aunque aquello era un sueño difícil de cumplir, se le ocurrió una idea. Fueron a unos de los campos de fútbol de la zona y se llevó un balón. Se puse de portera y lo retó a que intentara meterle un gol. No es que se creyese buena como portera (nunca había jugado al fútbol), pero sabía que eso le apasionaba. Ben y Swity vinieron para animarlos. Aunque puso todo su empeño, era excesivamente mala. Simbat acertó con todos sus tiros a portería y Hafida no tuvo más remedio que darse por vencida.




Otro lugar que sabía que gustaría a Simbat era el Zoo. Fueron al más famoso, el Zooparque. No solo disfrutaron de la gran variedad de animales que allí vivían (todos cuidados con mimo y dedicación), también disponía de una gran cantidad de espectáculos y atracciones. Simbat se fascinó al ver a las cebras y preguntó a Hafida si era posible comprar una y llevársela a casa. 

Hafida: No están a la venta…piensa que estos animales están en sus casas y nosotros somos sus invitados.
Simbat: Que pena…me gustan estos caballos a rayas. 


Aunque a pesar de no tener mucho dinero comían bien en su país, quería que Simbat probase los distintos alimentos de la gran ciudad. Hafida quedó fascinada por la pizza. La había probado de piña, champiñones y a los cuatro quesos. Llevó a Simbat a la más famosa de la cuidad y pidieron una para compartir.

Simbat: El hijo del frutero me habló de la existencia de esta extraña comida, pero pensaba que se trataba de una de sus bromas. ¿Estás segura de que esto estará bueno?
Hafida: Confía en mí. Pruébala, ya verás.

Pegó su primer bocado y tras saborear la pizza un buen rato con los ojos cerrados, habló.

Simbat: Vamos a necesitar otra de estas, ¡está deliciosa!


Una noche salieron a pasear por un lugar tranquilo. Aunque las farolas iluminaban su camino, las estrellas luchaban por resplandecer. Se sentaron en un banco y escucharon los pájaros cantar una melodía que no habían escuchado nunca.

Simbat: ¿Qué pájaro es el que canta así? Jamás había escuchado algo tan mágico y misterioso.
Hafida: No lo sé, pero me gusta escucharlo. Aquí las estrellas apenas se ven...que pena.
Simbat: Es cierto. ¿Recuerdas las veces que las hemos visto subidos en el techo de tu casa?



Hafida: Sí, con esa brisa fresquita tan característica del desierto. No cambiaría esos momentos por nada del mundo.
Simbat: Yo tampoco. Hafida, te amo con locura.
Hafida: Simbat, mi amor. Prométeme que siempre estaremos juntos, que nada nos separará.
Simbat: Te lo prometo. Estaremos siempre juntos.

Se besaron con pasión y se abrazaron fundiendo sus cuerpos en uno. 



En el hotel…

Marta se disponía a limpiar una de las últimas habitaciones que le tocaba. Al abrir, encontró a muchísimas niñas saltando y gritando por toda la habitación. Tenían una radio con la que escuchaban una de las canciones de moda.

“Clickas del amor, sentimientos apasionados del corazóooon,
Sensaciones al descubierto por amoooor,
Clickas del amoooor,
Clickas del amoooor”

Era el último éxito de Clingo, su novio. Esa canción se escuchaba en todas partes y lideraba el número uno en diversas listas musicales. Tanto era así que había conseguido el disco de oro. Marta hacía meses que no lo veía, incluso no podían hablar mucho por teléfono.

Marta: Niñas, tengo que limpiar esta habitación…

No la escuchaban, seguían saltando y gritando al ritmo de la canción de Clingo. Marta escuchaba la voz de su novio cantando esa melodía y no pudo más. Sentía que se mareaba, todo le daba vueltas.

Marta: ¡Niñas! Os lo ruego…



Chelo encontró a Marta agarrada al marco de la puerta a punto de caer al suelo. Corrió hasta ella…

Chelo: ¡Marta! ¿Qué te ocurre?
Marta: Nada…y todo. No puedo seguir escuchando esa canción…y este alboroto, no puedo…
Chelo: Espera, que aquí pongo orden en un momento.


Chelo apagó la radio y todas las niñas la miraron sorprendidas. Dejaron de votar y gritar. Algunas gritaron un “¿Qué haces?” o “¡Fuera de aquí!” pero no sabían con quién estaban tratando.

Chelo: Soy un adulto al que se le debe un respeto. Desfilando en fila india y ordenada fuera de esta habitación. Cuando esté limpita y ordenada, podréis entrar de nuevo. Eso sí, pienso hablar con vuestra profesora. Esta no es forma de comportarse.
Niña: ¡Joo! La señorita Roberta es muy estricta…es mala.
Chelo: ¡Niña! Un respeto con la profesora. Venga, todas fuera.


Cuando todas las niñas salieron, Chelo ordenó a Marta que se sentase en la cama.

Chelo: A ver si se te pasa. Oye, ¿no estarás preñada?
Marta: ¡No! No es eso…
Chelo: No puedes seguir viviendo de esta forma, Marta. Sé que quieres a ese chico, pero tienes que hacer tu vida.  Hasta donde yo sé, no habéis roto, ¿verdad?
Marta: No hemos roto pero…veo que triunfa, que tiene muchas fans…siento que yo soy poca cosa para él. Puede tener a quien quiera…
Chelo: No te menosprecies, Marta. Si podrías ser modelo chiquilla. Anda, que además de guapa eres buena y con un gran corazón. Anímate, guapísima.


Cuando Marta se recuperó del sofocón, Chelo entró en la última habitación que le tocaba limpiar ese día. Al entrar, vio un jarrón que le pareció conocido. Hacía unos meses había vivido un fenómeno paranormal. Un espíritu le había asustado al salir de un jarrón igualito a ese. Además, el cojín sobre el que estaba expuesto era persa, igual que el otro.

Chelo: No creo que se trate del mismo…tranquila, Chelo. No te sofoques. 



Pasó su trapo por el jarrón. Quería convencerse de que no se trataba del mismo...

Chelo: ¿Ves? Se parece por no es el mismo...


Una neblina salió del jarrón y se elevó tomando la forma de un ser horrendo y gigante.

Genio: ¿Que quieres? Herme aquí listo a obedecerte como esclavo tuyo...

Era el mismo espíritu maligno que se le apareció en el hotel de Clisandia. Su peor pesadilla se había hecho realidad. Gritó horrorizada ante lo que ella consideraba un espíritu que deseaba atormentarla. 

Chelo: ¡Ahhhhhhh! ¡Socorro!


Ben se dirigía a la habitación de Hafida, que ya compartía con Simbat. Al pasar por el pasillo escuchó los gritos desesperados de Chelo. Se asomó y vio a la limpiadora totalmente paralizada ante lo que parecía un ser espectral.


Entró en la habitación y Chelo se lanzó a sus brazos asustada. Agarró a Ben con los ojos llorosos y temblorosa. Ben la acurruco en su pecho y miró desafiante al genio, que miraba la escena atónito.

Ben: Tranquila, no dejaré que le ocurra nada malo.


Sacó su machete de su funda y se enfrentó al genio. Estaba dispuesto a luchar hasta dónde hiciese falta. El genio que no entendía nada, resopló asombrado ante la ignorancia de los allí presentes.

Genio: Herme aquí listo para obedecerte como esclavo tuyo. Tres deseos son los que...
Ben: ¡Deja la palabrería y lucha! Eres muy valiente con una pobre mujer, ¡métete conmigo si te atreves!
Genio: Repito y escuche con antención, click ignorante. Herme aquí...
Ben: ¡Lucha cobarde!
Genio: ¿Que luche es uno de sus deseos, ama?


Chelo: ¡Es un espíritu del más allá! ¡Tenga cuidado! 
Ben: ¡No se preocupe por mi! ¡Huya y salve su vida!
Genio: Quizás el idioma que hablo no corresponda con el de ustedes...
Chelo: ¡Ahhh quiero que desaparezca! ¡No quiero volver a verlo nunca más! ¡Nunca! ¡No entiendo que quiere de mi!
Genio: Deseo concedido, ama.


El genio desapareció tal y como vino. Se marchó encantado, ya estaba cansado de soportar improperios y gritos desesperados de gente ignorante y poco receptiva. Ben agarró el jarrón y clavó su machete con fuerza ocasionando cortes y desperfectos.

Chelo: ¡Se ha ido! ¡Lo ha derrotado!
Ben: ¡Y no vuelvas más! No ha sido nada, lo importante es que usted se encuentra bien.
Chelo: Oh, gracias a usted estoy viva.


Mago Raspuclín: ¿Que ocurre aquí? ¡Usted otra vez! ¿¡Que hacen con mi jarrón!?
Chelo: ¡Ese espíritu intentó atacarme! Este hombre tan valeroso me rescató.
Ben: No fue nada, se acobardó cuando vio que...
Mago Raspuclín: ¡Dejen de decir estupideces! ¡Oh no! Mi jarrón...¡¿Que le han hecho a mi jarrón?! No, lo han rajado...¡Tiene cortes por todas partes!


Idalia: ¿Se puede saber a que viene este escándalo?
Chelo: Idalia...
Mago Raspuclín: ¡La incompetente de su empleada! Esta es la segunda vez que se mete en mi habitación y toca mis cosas. Ahora ha destrozado mi jarrón, ¿sabe el valor que tiene este jarrón mágico? ¡Tiene un valor incalculable! 
Idalia: Señor Raspuclín, ruego que se tranquilice. Ahora mismo encontraremos una solución a su problema.
Mago Raspuclín: ¡Ya me dirá como piensa hacerlo! ¡Les voy a denunciar! Se les va a caer el pelo. 
Chelo: ¡Ese espíritu me estaba atacando!


Idalia: Chelo, basta ya. Esto ya no se lo puedo dejar pasar. Pensaba que había comprendido cual era la política de la empresa, pero veo que sigue comportándose como una loca. Está usted despedida.
Chelo: No puede hacer eso, señorita Idalia. Tengo una familia a la que mantener...


Ben: ¡Un momento! Disculpe, señora. Soy otro cliente de su hotel, Ben Rosales. Soy testigo de lo que aquí a ocurrido. Esta mujer nada tiene que ver con lo ocurrido. Fui yo el que agarró el jarrón. Lo encontré tirado ahí fuera y me disponía a dejarlo en su sitio. Chelo me informó que pertenece a este hombre que hace trucos de magia. Sin duda, uno de sus trucos de magia consiste en que sale un especie de espíritu falso de ese jarrón y Chelo se asustó. Yo me disponía a rescatarla pensando que su vida corría peligro, pero por lo visto todo ha sido un mal entendido. Comprenda que si este hombre es famoso por su magia,sus trucos engañan a la gente. No haga responsable a este mujer tan eficiente por mi culpa, se lo ruego. Es una mujer muy trabajadora que cumple a la perfección con su trabajo. Yo mismo me haré responsable de ese jarrón. Tengo un amigo restaurador que lo dejará como nuevo.


Idalia finalmente no despidió a Chelo y Raspuclín decidió no denunciar al hotel gracias a la intervención de Ben, que lo elogió como un gran mago y se declaró fan suyo. Chelo no sabía como agradecer a Ben su intervención.

Chelo: Ya es la segunda vez en un mismo día que me salva el pellejo.
Ben: Y le salvaría todas las veces que fuese preciso. Es usted una belleza, un monumento de mujer.
Chelo: Adulador...es todo un caballero.

Ben le besó la mano, y Chelo se sonrojó. Sin duda, Ben era el hombre de sus más profundos sueños. Aunque su corazón solo le pertenecía a Resti, su marido, al que amaba con todo su corazón.



Swity estaba viendo un documental. Unos monos saltaban de árbol en árbol. Se peleaban por ser el macho de la manada, y eso a Swity le parecía una soberana tontería.

Swity: ¡Oh oh oh! (Menuda tontería...anda que me pelearía yo por eso)

Mientras Hafida y Simbat estaban tumbados en la cama dándose besos y caricias. Llamaron a la puerta, así que Hafida se levantó para abrir. Estaba esperando a Ben, habían quedado para salir a dar un paseo.


Cual fue su sorpresa al encontrarse a Makin, el hermano de Jessenia. Se sorprendió tanto que no supo que decir. 

Makin: ¡Sorpresa! Estaba preocupado y he decidido venir a veros. ¿No te alegras de verme? ¿Hafida?
Hafida: Makin...claro que sí...que sorpresa.


Continuará...

viernes, 20 de diciembre de 2013

La guerra de SAM: Capítulo 5 - Gremilin

Anna había escapado. La novia de Michael huyó cuando descubrió lo que ocurría. Para SAM aquella chica asustada no suponía ningún peligro. Conocía la sociedad actual y sabía que si iba a la policía la tomarían por loca. Nadie la creería. Ya que había poseído por completo el cuerpo de Michael, no la necesitaba. Ahora debía seguir su plan para reconquistar Wensuland y luego el Playmundo. Recordó a Ragnar, Ralph, Exquilator y todos los que le traicionaron. Se reía cuando pensaba en lo muertos y olvidados que estaban todos. Nadie podría hacerle sombra. Necesitaba un lacayo inmediatamente.  Había notado la presencia del espíritu de un Gremilin, un duende malvado que debido a la magia blanca había quedado atrapado en el mundo de los vivos. Su espíritu vagaba por la tierra, sin muchas posibilidades de molestar a nadie.
Un niño miró a SAM riéndose. La gente le miraba curiosa al verle con la vara y su larga barba blanca.

Niño: ¡Eres feo! ¡Viejo y feo!

SAM miró al niño de reojo y sonrió. Era un recipiente prefecto para el espíritu del Gremilin. Había mostrado ser rebelde y de nula educación.

SAM: ¿Cuál es tu nombre?
Niño: ¡A ti que te importa! ¡Viejo!



El niño salió corriendo y se detuvo en la puerta de una juguetería. Le sacó la lengua burlándose de él.

SAM: ¡Vuelve, pequeño diablo!
Niño: ¡Vete al cuerno!



El niño entró en la juguetería. La dependienta hablaba con una clienta y su nieta. Estaba envolviendo una gran caja con papel de regalo.

Sus: Pues esta casita de muñecas es preciosa, es la última que me quedaba.
Herminia: En mis tiempos no existían estas cosas. Cogía un palo y una piedra y con eso jugaba.
Fedra: Abuela, no cuentes otra vez lo mismo. ¡Siempre igual!
Herminia: Te lo digo para que valores las cosas, Fedra.
Fedra: ¡Ay que ganas tengo de abrirlo!
Herminia: En casa lo abres. Es que se ha caído haciendo gimnasia y tiene que llevar el yeso durante unas semanas. La pobre lloró tanto que le prometí un regalo para animarle.
Sus: Que buena es tu abuela. Espero que te recuperes pronto.
Fedra: Gracias.

Dos niños buscaban en una caja de balones uno que les gustase. Mientras, el niño revoltoso que había insultado a SAM miraba los osos de peluche.




SAM entró en la tienda. Sus, Herminia y su nieta se asustaron al verle entrar.

Sus: Buenas tardes.

Su aspecto no le transmitía buenas vibraciones. Cuando SAM la miró, esos ojos de loco la alarmaron todavía más.

Herminia: ¿Y este? ¿De qué va disfrazado?
SAM: Buenas tardes.

SAM se dirigió hacia el niño rebelde. Notaba el espíritu del Gremilin excitado. Intuía lo que iba a pasar y estaba ansioso. El niño no le prestó atención hasta que SAM le habló.

SAM: Tú y yo tenemos una cuenta pendiente. Me serás de gran utilidad, niño del diablo.
Niño: ¡Déjeme en paz!
Sus: ¿Hay algún problema? ¿Ocurre algo?
Herminia: Llama a la policía, Sus.



SAM elevó su vara y de ella salieron rayos disparados que impactaron sobre el niño. El espíritu del duende malvado se introdujo en su cuerpo. El niño se asustó e intentó pedir ayuda, pero ya era demasiado tarde. Fue arrastrado a un lugar oscuro y apartado de su mente dónde nadie le podría ayudar. Su rostro cambió. Sus ojos eran ahora grandes y amarillos y su piel negra como la noche.



SAM: ¡Gremilin! Bienvenido.

El Gremeilin miró a su alrededor. Después de siglos vagando por la tierra al fin la gente lo miraba. Llevaba tanto tiempo esperando una oportunidad así, que tenía ganas de martirizar y matar a todos los que estaban allí presentes. Se contuvo cuando SAM le ordenó con la mirada que siguiese sus indicaciones.



Herminia: ¡Pero que le ha hecho a ese niño!
Sus: ¡¿Quién es usted?!
SAM: ¡Disculpen! Estamos intentando promocionar las tiendas en la zona. Formamos parte de un espectáculo ambulante. Por una insignificante cantidad de cleuros, podrá disfrutar de nuestros trucos de magia, ¿verdad socio?
Gremilin: Verdad, cierto.
Sus: ¡Que susto!
Niños: ¡Hala! Mira que cara tiene, ¡parece de verdad! ¿Es una máscara?
Herminia: Pues menuda forma de promocionarse, con un susto de muerte.
Sus: ¿Cómo consigue hacer esos trucos? Es fascinante.
SAM: No puedo revelar cual es el truco, se perdería la gracia y la magia del espectáculo. Que me dice, ¿nos contrata? ¡Oh! No quiero presionarla, ya nos pasaremos otro día y conversamos tranquilamente.
Sus: Ah, vale. Me ha gustado mucho.
Herminia: A mi no…estas cosas me dan miedo…
SAM: Señoras, un placer. Vamos, Gremilin.
Herminia: No lo contrates…¿has visto esa cara de loco que tiene? Tengo la piel de gallina…
Sus: Sí, tiene unos ojos…extraños.




SAM salió con el Gremilin de la tienda. Había tenido que improvisar para evitar montar un escándalo. Había demasiada gente observando y no le interesaba llamar mucho la atención.

SAM: No te preocupes, pronto podrás saciar tu sed de venganza y sangre.
Gremilin: Años llevo esperando este momento, agradecido le estoy.
SAM: Entremos en esta tienda de ropa. Necesito cambiar de atuendo.
Gremilin: Sí, señor.




Entraron en una de las boutiques más famosas de la zona, HI&LI. Era la tienda de moda del momento. Lilu y su mejor amiga Hilary eran las propietarias y ellas mismas se encargaban de todo. En aquel momento, estaban atendiendo a varias clientas.

Marta: Es que en unos días volveré a ver a mi novio y quería algo especial para la ocasión.
Lilu: Estarás monísima con ese vestido. El rojo pasión te favorece y con los zapatos negros que te llevas serás lo más. Tu novio no se podrá resistir, cari.
Marta: Eso espero…
Lilu: Yo creo que en cuanto te vea, no se volverá a ir nunca más. Se pondrá más caliente que las barandillas del infierno. Y si se marcha otra vez es que tiene menos luces que un capítulo de Expediente X.



Marta: Tú si que sabes animar...¿Quiénes son esos? ¡Que pintas! Lilu, me dan mala espina…

Marta miraba asombrada a SAM y Gremilin. Cuando Lilu los vio entrar, no pudo evitar emitir un gritito de terror.

Lilu: ¡Ahh! ¡OMG!Que…Que… ¿Qué quieren?

Marta aprovechó el momento para salir. Llegaba tarde al trabajo. Hilary, que estaba atendiendo a una clienta llamada Fatumata, prestó atención a lo que estaba ocurriendo.

SAM: Disculpen, señoritas. No deseaba incomodarlas con nuestra presencia. Permitan que me presente. Mi nombre es SAM y este es mi fiel amigo Gremilin.
Lilu: Ah…hola…
Hilary: ¿Qué deseaban?



SAM: ¿Es posible que me confeccionasen un traje a medida? Necesito algo elegante.
Hilary: Es una tienda para clacks, lo siento…
SAM: Pagaré lo que haga falta, el dinero no es problema. Es más, si se ponen a ello ahora mismo, les garantizo que les pagaré más de lo que puedan imaginar.
Lilu: ¡Hecho! 


Hilary: Lilu… ¿Crees que es buena idea?
Lilu: Cari, tenemos menos dinero que el que se está bañando. No quiero pedirle a mi abuelo si no es estrictamente necesario.

Lilu tomó las medidas a SAM y las apuntaba en una libreta. Al día siguiente, SAM ya disponía de un traje a su medida. Negro con camisa blanca y corbata oscura y un sombrero negro estilo mafioso.

SAM: Es perfecto.

El cheque con el que SAM les pagó el trabajo llevaba más ceros de los que Lilu y Hilary podrían haber soñado.



En la iglesia del barrio...

Padre Benito: Por eso clisto dio su vida por nosotros. Hermanas, debemos seguir su palabra y no desobedecer sus mandamientos. Nuestra fe nos guiará por este camino angosto que nos ha tocado recorrer. ¡Alabado sea su nombre!


Vicenta: ¡Alabado! Ay, que palabras más bonitas las que dice el padre Benito. Este hombre es un santo varón. Uy, que tarde es ya...había quedado con Herminia y Hermenegilda para jugar a las cartas.
Padre Benito: Las escrituras son claras, hermanas. Si confiamos en él, nos recompensará. Por hoy es suficiente, nos despedimos con una oración. Oren conmigo.


SAM irrumpió en la iglesia. Deseaba reírse, vengarse de aquellos que proclamaban ser la luz. Le pareció un lugar patético. Miraba a esas mujeres mayores, con múltiples dolores y seguramente viudas. A pesar de ser castigadas por su supuesto dios y totalmente ignoradas, seguían acudiendo a la iglesia aceptando que se merecían todo lo que la vida les deparase.


Vicenta: Padre, un discurso precioso.Se lo diré a Hermenegilda y Herminia, que se han perdido una misa preciosa.

SAM caminaba hacia el altar. Las feligresas se marcharon dejando al padre Benito solo con SAM y Gremilin.



Padre Benito: Bienvenido, caballero. ¿Desea que le ayude en algo o viene solo a rezar?
SAM: Quizás podría ayudarme, ¿puedo sentarme?
Padre Benito: Esta es la casa del Señor, considérese en su casa.


SAM: No me gusta la hipocresía. Parece que hoy en día todo el mundo lo es.
Padre Benito: Comprendo lo que dice. Estamos viviendo unos tiempos complicados. Ya lo dice Dios en la biblia, ¿la ha leído alguna vez?
SAM: Me aburre una barbaridad, padre. ¿Me quemaré en el infierno por ello?
Padre Benito: Es usted muy sincero. Eso no me corresponde decidir lo a mi. ¿Desearía confesarse?
SAM: ¿Y usted? ¿Desearía confesarse?
Padre Benito: No logro comprender...
SAM: Esa mujer con la que mantiene un romance, que además está casada y con hijos...¿Usted la confiesa? Me imagino lo que debe suponer que confiese que peca con usted...¿No se siente incómodo?
Padre Benito: No sé de que está hablando, será mejor que se marche de aquí.
SAM: Padre, esta es mi casa, usted mismo lo dijo hace un momento.
Padre Benito: No permitiré que venga a mi iglesia para calumniarme, ¡le exijo que se marche inmediatamente!


SAM: ¡Fornica y bebe hasta perder la consciencia! ¿Usted pretende confesarme? Ya se lo dije, ¡no soporto la hipocresía!
Padre Benito: ¡Fuera de aquí! ¿Que quiere usted?

SAM elevó su vara y gritó a las imágenes religiosas que se encontraban en la iglesia...

SAM: ¡Un Dios que permite que un pecador borracho y depravado dirija su iglesia no merece ninguna consideración!


SAM: Yo soy maligno, padre. Amo la oscuridad, el dolor, la rabia, el sufrimiento y la muerte, ¡y lo digo alto y claro en su ridícula iglesia!
Padre Benito: ¡Está usted loco!


El padre Benito corrió hasta la puerta de salida, pero Gremilin la cerró y le impidió el paso.

Padre Benito: ¡Esta es la casa del Señor! ¡Fuera de aquí demonios malignos!
Gremilin: Yo deseo acabar con su vida, lenta y dolorosamente.
Padre Benito: ¡Socorro!


SAM: ¡Insatalum! ¡Dadaumba tircara! ¡Seres malignos perdidos en el olvido! ¡Salid del oscuro abismo y llevaos con vosotros a este humano pecador! ¡Que pague con su vida sus pecados!

Seres sin rostros, como sombras con cuerpo y ansiosas de sangre se arrastraban hacia el padre. Salían de todas partes y pronto invadieron la iglesia.

Padre Benito: ¡Señor no me abandones! ¡Perdona mis pecados!
SAM: ¡Tu Dios ya no te escucha!


Los seres le acorralaron. Estendían sus brazos hacia él mientras el cura golpeaba la puerta de salida desesperado. 

Padre Benito: ¡Socorro! ¡No me abandones Señor!


De pronto, la puerta de salida se abrió. El padre Castellanes la había abierto. Venía muchas tardes a conversar con el padre Benito y cuando escuchó los golpes abrió inmediatamente la puerta. El padre Benito cayó al suelo cuando se abrió. Quedó tendido en la entrada a la iglesia.

Padre Castellanes: ¡Hermano Benito! ¿Que le ocurre?
Padre Benito: ¡Bendito seas! ¡Gracias Señor!


Padre Benito: ¡Huye, hermano! ¡El mismísimo demonio está en esa iglesia! ¡Corre por tu vida!

Castellanes observó el interior de la iglesia y solo vio a un hombre y un niño sentados en los bancos. Parecían estar rezando y se respiraba mucha tranquilidad.

Padre Castellanes: Debo dar parte de esto...el hermano Benito está perdiendo la cabeza a causa del alcohol...


Continuará...